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Enclavado en las majestuosas montañas de los Andes, la región de Cusco se erige como un testamento viviente de la fascinante civilización inca, la cual, más allá del icónico santuario histórico de Machupicchu, también guarda otros tesoros turísticos aún por descubrir que narran historias de ingeniería ancestral, paisajes imponentes y la rica herencia cultural peruana.
Uno de estos tesoros es el Puente Q’eswachaka, declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Esta joya arquitectónica se alza sobre el río Apurímac a 3.700 metros sobre el nivel del mar. Con 28 metros de longitud y 1.20 metros de ancho, este puente colgante, parte del Qhapaq Ñan o Gran Camino Inca, fue construido por los incas y se mantiene en pie gracias a las comunidades de Chocayhua, Chaupibanda, Huinchiri y Collana.
Cada año, durante la segunda semana de junio, el Puente Q’eswachaka cobra vida en un festival único. Las mujeres de las comunidades trenzan el ichu para reconstruir el puente, mientras los hombres reemplazan las cuerdas rotas. Esta tradición ha permitido que esta maravilla inca perdure hasta nuestros días. Ubicado en el distrito de Quehue, en la provincia de Canas, a 180 km al sur de Cusco, el acceso al Puente Q’eswachaka es accesible a través de un pintoresco viaje de 3 horas y media en auto.
En el corazón de la provincia de Quispicanchi, región del Cusco, se encuentra Andahuaylillas, hogar de la venerada iglesia San Pedro, conocida como la "Capilla Sixtina" peruana. Esta iglesia forma parte de la reconocida ruta barroco-andina, junto con los templos de la Compañía de Jesús, San Juan Bautista de Huaro y la Capilla de la Virgen Purificada de Canincunca. Para explorar la iglesia de San Pedro, se puede tomar un autobús en la Plaza de Armas del Cusco, con un tiempo aproximado de ruta de unos 45 minutos.
Un viaje en el tiempo nos lleva a Pikillaqta, una ciudad que está a 30 km al sur de la ciudad de Cusco, cerca del pueblo de Huacarpay, distrito de Lucre. Fue construida por la Cultura Wari a finales del siglo VI. Con más de 700 edificaciones que incluyen recintos, colcas (almacenes para alimentos) y templos, esta ciudad fue en su apogeo hogar de cerca de 10 mil personas. Además de su función residencial, Pikillaqta sirvió como centro de culto y administrativo, ejerciendo control militar sobre el valle de Quispicanchi gracias a su ubicación estratégica.
Estos destinos, junto con la majestuosidad de Machupicchu, ofrecen a los viajeros una mirada más profunda a la rica herencia cultural y natural de Cusco. Descubrir estos tesoros es descubrir la esencia misma de la historia peruana en cada paso dado en esta tierra ancestral, una oportunidad para explorar la auténtica grandeza de los Andes peruanos.
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