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Iglesia perseguida y silenciada

Iglesia perseguida y silenciada

Columnas lunes 08 de abril de 2019 -

El pasado 15 de marzo, un tirador supremacista asesinó a varios musulmanes mientras se encontraban haciendo oración en la mezquita de Nueva Zelanda, un hecho cobarde y condenable que desató la indignación y la condena mundial, los islamitas no perdieron la oportunidad de poner el grito en el cielo de la islamofobia, pero al mismo tiempo, la comunidad internacional, incluso la misma Iglesia, guarda un omnioso silencio en los asesinatos perpetrados en los dos últimos meses por fanáticos musulmanes de más de 140 cristianos en Nigeria.

Según la Agencia Fides, los sacerdotes misioneros asesinados sumaron en la década de los ochenta, 115, en la de los noventa 604; de 2001 a 2017 el número total de trabajadores pastorales asesinados fue de 416, y tan sólo en 2018 fueron asesinados 40 misioneros, casi el doble que los 23 de 2017, de los cuales 35 eran sacerdotes.

Pese a estos números escandalosos no escuchamos de parte de los organismos internacionales como la ONU, muestras de preocupación, ni la comunidad internacional tomar medidas para evitar estos asesinatos. Por extraño que parezca, México no es ajeno al asesinato de sacerdotes, el P. Omar Sotelo, a través del Centro Católico Multimedia, por años se ha dedicado a realizar un detallado informe de estos asesinatos sumando 41, en los 12 últimos años, una cifra que resulta asombrosa y escandalosa si tomamos en cuenta que México no es un país en guerra ni mantiene conflictos religiosos internos.

El P. Omar Sotelo explica en una entrevista concedida a la Agencia Católica de Noticias que el crimen organizado usa contra los sacerdotes su normal modus operandi como es el secuestro, el levantamiento, la tortura y la extorsión, pero también, explicó, que una vez que se asesina a los sacerdotes se les difama, se le criminaliza. Muchos de estos crímenes, abunda el P.

Sotelo, son perpetrados por los cárteles del narcotráfico que ven en ellos a estabilizadores sociales, asesinarlos lleva a la alteración del orden social, a infundir miedo, y a apoderarse de los territorios que son motivo de violentas pugnas entre los diversos grupos delictivos.

Existen poblaciones en México donde el crimen organizado ha llegado a excesos como querer controlar la actividad de los párrocos, contratan a personas como halcones para vigilar las misas, especialmente las homilías donde los sacerdotes no pueden denunciar sus actividades ilícitas, no tienen la libertad de hablar claro sobre la inmoralidad de sus actividades y de la corrupción del tejido social que provocan, vaya incluso se ha llegado al extremo de tener niños halcones que expían lo que se enseña en el catecismo a fin de que no se hable contra la perversidad de sus actividades, es decir, pecados capitales como robar, matar, corromper, pervertir, etc. Y ante esto ¿qué hacemos los católicos? ¿Nos seguiremos quedando pasivos y callados?




•Sacerdote y exvocero de la Arquidiócesis de
México.

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/CR

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