La cicatriz social de la pandemia

Y es que la reciente pandemia, puso de manifiesto que son las mismas actividades humanas que impulsan el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, las que generan riesgo de nuevas y peores pandemias en el futuro, llevando a que el cuidado de la salud y la investigación en ésta se vean necesariamente fortalecidos, considerando que las próximas emergencias sanitarias surgirán con mayor frecuencia, teniendo impacto en la economía mundial, según lo advirtió la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES).

Sin embargo, cabe destacar que, a su vez, se avecina un acrecentamiento considerable de la desigualdad en el mundo, misma que todavía no parece ser prioridad. Al respecto, se estima un desplome del casi 5% del PIB global, significando pobreza extrema e inseguridad alimentaria para poco más de 85 millones de personas en el mundo, es decir, un desmedido crecimiento de la equidad. ¿La paranoia por encontrar una cura, nos hizo olvidar los daños colaterales de la catástrofe sanitaria? Pudiera ser que sí.

La Covid-19, obligó a evitar el contacto piel a piel, lo cual indiscutiblemente llevará a mermar el uso de efectivo para bancarizar mediante transferencias o pagos con tarjeta la gran mayoría de las transacciones, sin embargo, si consideramos que cerca del 47% de la población mundial, es decir más de 2,000 millones de personas, no tiene acceso a cuentas bancarias, esto pudiera constituir, eventualmente, una amenaza para la inclusión financiera, sobre en todo en países en vías de desarrollo que enfrentarán lacerantes recesiones tras esta pandemia.

El confinamiento como medida de mitigación de contagios, hizo que el uso de las plataformas de teleconferencias se disparara, llevando a regular por necesidad situaciones de facto como el trabajo a distancia y, en consecuencia, a garantizar derechos como el de la desconexión digital. No así, los derechos laborales de los denominados “trabajadores digitales”, aquellos que desempeñan, principalmente, actividades delivery, transportación, mensajería, entre otras actividades, mediante el uso de plataformas digitales. ¿Acaso el confinamiento configuró un régimen de trabajadores de primera y de segunda, cuyo acceso a derechos depende de cómo utilizan la tecnología?

Hasta en la industria del entretenimiento, los efectos de la pandemia se han resentido. Recientemente, se anunció que la cadena de cines estadounidense AMC Theaters, estaba cercana a la quiebra, al igual que las cadenas mexicanas Cinemex y Cinépolis. Ante lo que parece ser la inminente desaparición de los cines en el mundo, las plataformas de streaming se han vuelto la nueva opción del entretenimiento, llevando a los hogares lo que antes veíamos en los cines. Sin embargo, si consideramos que al 2021, sólo el 59.5% de la población tienen acceso a internet, significa que el 40% restante aún no lo tiene (poco más de tres mil millones de personas), entonces ¿será para estas personas, un lujo ver una película? ¿o será el pretexto perfecto para que el internet se garantice como un derecho humano?

No cabe duda de que la pandemia, dejará cicatrices de heridas difíciles de sanar, como la desigualdad, ¿estarán haciendo los gobiernos lo necesario? Por el bien de la humanidad, esperemos que así sea.