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La esperanza siempre está en el pasado

La esperanza siempre está en el pasado

Suplemento viernes 05 de abril de 2019 -

Representante insustituible de las letras europeas contemporáneas, el escritor italiano Claudio Magris se acerca a las ocho décadas de existencia con una nueva entrega editorial: un breve volumen de relatos en que da muestra de sus extraordinarios dones para la fabulación.

Héctor Orestes Aguilar

Ayer comenzó a circular en librerías italianas un nuevo libro de Claudio Magris titulado Tempo curvo a Krems, breve volumen de relatos de 96 páginas, aparecido en “La biblioteca della spiga”, de la editorial Garzanti. Es un regalo por partida doble. Tanto para los miles de lectores malacostumbrados a una entrega anual o bianual con la firma del escritor triestino, como para el propio autor, quien cumple 80 años el miércoles 10 de abril próximo.

En el repertorio de Magris, Krems, tiempo circular —habrá que meditar y elegir con extremo cuidado la traducción al español del título, pues dará un matiz decisivo al conjunto— ocupa el decimotercer lugar en la lista de las obras narrativas, si se considera Instantáneas (2016), recuento de viñetas, estampas y apuntes aún no traducido a nuestra lengua, como prosas de ficción. En el registro integral del opus magrisiano, estaría entre el lugar 39 y 42, dependiendo de la cuenta que se lleve, sobre todo si se atienden los libros en coautoría y los publicados directamente en otra lengua, como Wer steht auf der anderen Seite?, aparecido bajo el sello de la Residenz Verlag en 1993, donde tan solo se recogió el discurso de apertura del Festival de Salzburgo del año previo, ofrecido directamente en alemán.

Tomando en cuenta la tesis de doctorado y primer gran libro de Magris como inequívoco punto de partida, hablamos de 56 años de trayectoria frente al público: El mito habsbúrguico en la literatura austriaca moderna apareció por primera ocasión en 1963, en una hermosa edición ilustrada de Einaudi que le ganó, casi por unanimidad, un lugar notable en la germanística internacional. Publicar esa monografía sobre la cultura literaria, la civilización, la mentalidad y el pulso estético de la Monarquía dual fue para su autor, como se lo escribió su maestro Cesare Cases, el haber modelado un Golem y echarlo a andar sin saber, bien a bien, lo que sucedería más tarde.

A lo largo de más de medio siglo de obras eruditas, innovadoras, de una curiosidad intelectual muy distinguida; de libros con diversa naturaleza, templados desde la columna que mantiene periódicamente en Il Corriere della Sera, pasando por novelas que han continuado y aumentado la dimensión épica de Danubio, como No ha lugar a proceder, para llegar a obras de teatro que son, en al menos dos casos, relatos escénicos, Magris ha construido muy diversos registros, puntos de vista y tratamientos en su escritura.

No es un asunto menor para la crítica, pues durante mucho tiempo se le consideró el gran experto en letras alemanas que había dado el salto de la academia hacia un tipo de ensayo de crítica cultural con abiertas intenciones narrativas, para luego convertirse en un novelista de episodios oscuros, perdidos u olvidados, de la historia centroeuropea. No le resulta nada fácil, a quienes se han ocupado de examinar el desarrollo de su obra, ubicar en un sitio estable o definido a un creador tan camaleónico como Claudio Magris.

Ernestina Pellegrini, una de las mejores conocedoras de su trayectoria, escribió un concienzudo prólogo al primer volumen de las Obras de nuestro autor, impreso en una edición exquisita en papel biblia por Arnoldo Mondadori. Allí, la estudiosa hizo apuntes muy lúcidos, de los cuales parafraseo sólo dos para estas líneas celebratorias. Primero, señalar que el triestino fue, durante la época que transcurrió entre la canonización de su tesis doctoral hasta la aparición de su excepcional biografía intelectual de Joseph Roth, Lejos de dónde, un novelista “reprimido”, de cierto modo un escritor que vivía en la semiclandestinidad. A partir de entonces, Magris pasó de practicar el ensayo —de suyo un antigénero, nutrido y contaminado con muchas formas literarias e incómodo para la industria editorial, las necesidades de catalogación de los libreros y las limitaciones de no pocos críticos ortodoxos— a desplegar estrategias narrativas más explícitas y ambiciosas.

Segundo: una vez que Magris coloca una idea, una historia o un personaje bajo la lupa, comienza un trabajo de búsqueda y sondeo que puede llevarle años o decenios. El tema aparece y reaparece en artículos, ensayos, ponencias. Transita de libro en libro, con diferente apariencia. Puede acrecentarse o volverse más preciso. En ocasiones desaparece por largo tiempo y regresa elaborado de manera definitiva. Cada versión o tratamiento forma parte de un mosaico mayor.

En ese orden de cosas, las colaboraciones que el autor de Danubio empezó a publicar a partir de 1959 en revistas italianas como Lettere Moderne, Lettere Italiane, Rivista di Estetica, Il Veltro o Umana, y luego sus esporádicas colaboraciones desde 1961 en Il Piccolo di Trieste y en la Gazzetta del Popolo, anunciaban que se convertiría, también, en un escritor que “ensaya” con la profundidad de un docto, pero con la garra de quien sabe estar escribiendo para seducir y ganar al lector de un periódico. Aun en el espacio corto, Magris era capaz, desde sus remotos pininos, de generar una tensión inevitable entre su prosa y sus lectores.

Krems, tiempo circular, comprueba esta hipótesis. Compila cinco relatos que tienen en común a la vejez, gran tema de la literatura triestina. Pero aquí no se trata, como en los grandes clásicos de Italo Svevo Senilidad o la obra teatral La regeneración (mejor dicho: El rejuvenecimiento), de una incursión en las sinuosidades anímicas de personajes y situaciones, su análisis, parodia o traducción a comedia.

Estamos otra vez más ante un Magris distinto pero reconocible en sus fuentes, más próximo a la literatura fantástica de tradición praguense, la de los Perutz y Hrabal, por supuesto, sobre los que ha ensayado varias veces, pero también muy cerca de Alexander Lernet-Holenia, a quien le dedicó un segmento del Mito habsbúrguico. Vale decir: estamos ante relatos donde las identidades, los escenarios y los tiempos son borrosas, imprecisas, indefinibles.

Estos relatos transcurren en periodos no sincronizados con fechas fijas. Tenemos a un viejo industrial; a un profesor de música; a un intelectual triestino que acaba de dar una conferencia sobre Kafka en Krems, diminuta población de Austria, la clásica “pequeña ciudad donde el tiempo se detuvo”, y quien después de una caminata nocturna por calles cubiertas de nieve se encuentra con una vieja, entrañable amiga…que jamás ha conocido.

Los personajes de Magris también se mueven entre épocas. Desplazados de un periodo histórico que pareciera haberse desvanecido hace muy poco, son la nostalgia de su nostalgia. Hay uno que es sobreviviente de la Primera Guerra Mundial y de la época de esplendor del imperio austrohúngaro, quien presencia el rodaje de una película dedicada a una historia en la que aparecen él y sus amigos. Es muy curioso este juego de espejos: apenas el 30 de enero pasado se estrenó el largometraje I nomi del Signor Sulčič, de la realizadora Elisabetta Sgarbi, donde actuaron Claudio Magris y su primo y amigo Giorgio Pressburger, ya fallecido, otro de los grandes escritores triestinos de nuestro cambio de siglo. Escribí intencionalmente “actuaron”, porque no se representan a sí mismos o aparecen de manera incidental, sino que interpretan a curiosos personajes de una especie de “road movie” de la memoria. Para no variar, un viaje en búsqueda de las propias raíces identitarias, a través de recuerdos personales y colectivos, entre espías nacionalsocialistas, fascistas, milicianos a las órdenes de Tito y caracteres con identidades verdaderas y falsas. Padres e hijos presuntos o verdaderos. Una cinta que Lernet-Holenia habría celebrado, sin duda alguna.

El tiempo de los relatos de Magris es curvo, convexo, torcido, sinuoso, redondo… nunca lineal. El pasado no es un país remoto. Es el único lugar que alberga aún cosas por descubrir. Para los ancianos protagonistas, no se trata únicamente de la “única patria recuperable” sino de un terreno incógnito. Esperanzador. Recuperar lo vivido y no vivido es la mejor manera de reinventarse. De perpetuarse. La memoria es la ficción más depurada, fina y legítima, piensa uno al leer estas páginas.

Krems es una ciudad de Baja Austria, muy cercana a Viena; carece de la fama internacional de Salzburgo, Linz, Klagenfurt o Graz. En su parcial anonimato, sus discretas dimensiones y sus secretos encantos, quedará asociada a partir de ahora a la comarca de lo fantástico. Celebremos que Claudio Magris cumpla 80 años entregándonos una de sus más sutiles e íntimas contribuciones a la exploración de ese territorio.


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IM/CR

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