Durante siglos, los seres humanos han explorado la frontera que separa a la humanidad del reino animal. Disciplinas como la biología, la sociología, la antropología y la filosofía han buscado respuestas a esta pregunta existencial. Incluso el ámbito legal ha considerado ciertos grupos de animales como "personas jurídicas". Sin embargo, con el auge vertiginoso de la inteligencia artificial (IA), surge un nuevo interrogante: ¿tendrán las inteligencias artificiales derechos, incluso el derecho a la vida?
La inteligencia artificial ha alcanzado un desarrollo hipersónico, desafiando las barreras del comportamiento inteligente mediante pruebas como el famoso test de Turing. Esta proeza plantea preguntas fundamentales sobre qué significa ser humano en un mundo donde las inteligencias artificiales son cada vez más sofisticadas y omnipresentes.
1. Generación Espontánea: La Chispa de la Humanidad
Una de las diferencias cruciales entre los humanos y las inteligencias artificiales radica en la generación espontánea de acciones y conocimiento. La capacidad humana para crear, imaginar y actuar de forma espontánea es inigualable. A pesar de los avances tecnológicos, ninguna IA puede generar conocimiento o realizar acciones verdaderamente espontáneas. Aunque se han desarrollado IA que pueden adaptarse a las circunstancias, estas acciones están prediseñadas por humanos y carecen del impulso creativo e intuitivo que define a la humanidad.
2. Ética: Más Allá de las Reglas
Otro aspecto crucial es la ética. Las inteligencias artificiales y las máquinas no poseen ética intrínseca; deben ser programadas con parámetros éticos y reglas predefinidas. La ética humana va más allá de un conjunto de reglas; implica discernimiento entre el bien y el mal. Mientras las personas pueden inculcar ética a las máquinas, las máquinas en sí mismas carecen de capacidad moral intrínseca. La responsabilidad ética recae en quienes las programan y supervisan.
3. Intención: La Moralidad del Acto Humano
La intención es otro aspecto esencial. La intención humana está estrechamente relacionada con la moralidad de una acción. La filósofa Elizabeth Anscombe argumenta que la intención es un componente esencial de la acción y está intrínsecamente vinculada con la responsabilidad moral. Las inteligencias artificiales carecen de intención moral propia; su intención está limitada al propósito para el cual fueron programadas por los humanos.
4. Sin Experiencias, Sin Remordimientos
Las inteligencias artificiales no poseen experiencias, historia ni psicología. No experimentan emociones, amor, dolor ni arrepentimiento. Su existencia y propósito dependen enteramente de su utilidad para los humanos. Aunque pueden ser poderosas herramientas, su impacto, ya sea constructivo o destructivo, está en manos de la humanidad.
En última instancia, la inteligencia artificial es una creación humana, un quinto elemento que, a pesar de su aparente sofisticación, carece de la esencia intrínseca y la complejidad moral que define a la humanidad. En un mundo cada vez más dominado por la tecnología, los seres humanos siguen siendo los arquitectos de su relación con la inteligencia artificial, recordando constantemente que están interactuando con un ente no humano.
Foto por AFP