La Kakocracia
Columnas viernes 13 de junio de 2025 - 01:00
Kakos, “delincuente y maligno”; Krátos, “poder”. Kakocracia: “el poder de los delincuentes y malignos”. Delincuente es una tipificación legal que define al ente que ha infraccionado lo formalmente estipulado en el sistema penal vigente. El castigo se denomina “pena” y es el estado, a través de sus instituciones el que debe sancionarla.
El término Kakocracia se ha modificado a partir de la toma del poder instituido mediante los canales formalmente reconocidos como, por ejemplo, el sufragio, de grupos delincuenciales institucionalizados. En un estado de derecho, se presume que la institucionalidad promueve la aplicabilidad de cada penalización siguiendo estrictamente la ley, sin embargo, el contexto yace “alterado”.
La alteración implicó la toma del poder por varios grupos de oscuros intereses, formalmente categorizadas como Kakoi según la normativa vigente, habiendo excepciones, pero el modus afincado en su quehacer ha llevado el ritmo de las modificaciones constitucionales realizadas con recursos criminales, como la reforma al Poder Judicial, mediante un proceso condenado por la Organización de Estados Americanos (OEA) y por misma población con cerca del 90% de abstención, que no legitima un proceso de reforma para la administración de justicia. Solamente hay que dedicar un par de horas a escuchar a figuras sobresalientes de la Kakocracia para constatar su miseria: ineptitud, ignorancia, violencia, cinismo… tengan al impresentable presidente del Senado o al futuro presidente de la Corte con su título de licenciatura en trámite (…), pero ambos “arcángeles del justicierismopopular”.
El justiciero enarbola causas que pueden ser de suyo justas, como la defensa de los pueblos indígenas -que es una causa justa-, pero si lo que ocurre es utilizar la legitima causa como medio de extorsión hacia una población que duda de su legitimidad, la envuelven con la telaraña lingüística justiciera, arrojando a un tipo que se dice “indígena” para presidir una institución, sólo por el hecho de su origen étnico al que le atribuyen propiedades fantásticas, lo que lo convierte en inimputable. Ese discurso prontamente trasluce lo inverosímil del criterio, que en nada se distingue de cualquier otro mito racista: ¿por indígena, bueno?
Los kakoi son justicieros -no confundir con “justos”-. A la manera de los otros kakoi de la Alemania nazi que se robaron los símbolos identitarios de la nación, para maquillar de legitimidad todos sus crímenes, apelando a un imaginario perversamente manipulado por la propaganda y por la demagogia enquistada en lo más hondo de los prejuicios de una sociedad enferma.
La Kakocracia, “el poder de los delincuentes y de los malos”, es la apropiación del estado por una mayoría de grupos delincuenciales, que usando su posición pervierten la institucionalidad para favorecer sus intereses. Enarbolan causas justas para encubrir delitos, y en nombre de aquellos, también sueñan con mil años de corrupción, ineptitud y vulgaridad institucionalizada.