Columnas
Desde 2018, desde el arribo de la Cuarta Transformación (4T) al poder, opinadores o líderes de opinión se han caracterizado por ver y subrayar todo lo que juzgan negativo.
Nadie sabe si les pagan o no por la campaña negra, si extrañan los tiempos de la abundancia en que recibían publicidad a manos llenas, si aborrecen lo que tenga sentido social o son pesimistas por naturaleza.
Dan la impresión de responder a una línea que tiene como objetivo desacreditar lo que sea oficial.
Cierto que su misión no es aplaudir. Nadie que aspire a ser neutral en sus observaciones lo haría.
Lo que no se vale es sesgar el análisis y en automático declarar pernicioso lo que evidentemente no lo es. Ni siquiera se dan cuenta que su actitud produce un efecto contrario en la audiencia.
Están en su derecho de no ocuparse de lo positivo y darle vuelta a la página de inmediato.
Se tiene predilección por difundir lo que se considera malo.
No todos los opinadores lo hacen, hay excepciones, aunque en temas donde no queda de otra que admitir lo beneficioso para la sociedad, para los que han sido desfavorecidos por decenas de años.
Eso sí, lo que resulta útil es mencionado una vez o es ignorado, con el argumento de que lo positivo no es noticia ni interesa a la población. Se maneja sólo como información y no es materia de opinadores o líderes de opinión que se siguen creyendo dueños de la verdad.
La arrogancia los persigue por su alto rating en distintos medios, sin darse cuenta que han perdido credibilidad. Si la gente los escucha, ve o lee es para dar por cierto lo opuesto a lo que pregonan.
Ya no influyen en las decisiones de gobierno como en los tempos dorados del priísmo o del panismo cuando estaban convencidos de que eran el cuarto poder. Tampoco consiguen sorprender o engañar a las mayorías, porque si así fuera, estaría gobernando otro partido y no Morena.
Lo que ha sucedido con el salario mínimo es un ejemplo.
Por muchos años, los contrarios a los beneficios sociales, afirmaban de manera reiterada que aumentarlo era inflacionario y por lo tanto perjudicial para la economía del país.
Con ese argumento se autorizaban incrementos raquíticos, insuficientes para obtener lo básico.
La gente se vio obligada a buscar dos o tres trabajos con el fin de mantener a flote la economía familiar.
Al llegar al poder la 4T con una nueva política salarial, con la finalidad de mejorar el poder adquisitivo, la oposición e iniciativa privada protestaron, vaticinaron una catástrofe en la economía nacional, inflación descontrolada y galopante. Lo hacían para que las autoridades se asustaran y desistieran de sus fines, mientras ellos enriquecían su estatus.
Fue un mito el pronóstico.
Con Andrés Manuel López Obrador y ahora con Claudia Sheinbaum los aumentos han sido por arriba de la inflación.
Para el 2025 el aumento será del 12 por ciento. El salario mínimo general pasará de 248.93 a 270.80. Y el salario para la zona libre de la frontera norte pasará de 374.89 a 419.88 pesos.
Nunca como antes se había recuperado el salario mínimo y ya prácticamente nadie se queja de que es dañino para la economía.
Es una acción que beneficia a millones de mexicanos, constatable, se siente en el bolsillo y en las familias, aunque no se ocupen del tema líderes de opinión, bautizados “comentócratas”.
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