Debemos reconocer que una sociedad que no es sensible y que maltrata a los animales es el reflejo de una comunidad violenta. Si bien el activismo por garantizar la protección de los animales ha ido creciendo y representa una señal de respeto al bienestar común, siguen quedando temas por atender.
En México, contamos con diversos instrumentos normativos: cómo la Ley General de Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente, la Ley Federal de Sanidad Animal, el Código Penal Federal en su artículo 240, establece las sanciones respectivas, la Declaración Universal de los Derechos de los Animales, en el caso de la Ciudad de México se encuentra vigente la Ley de Protección a los Animales de la Ciudad de México, en la que se señala que existe un deber ético y obligación jurídica de respetar la vida y la integridad de los animales.
No obstante, según el censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), para 2016, había en el país al menos 19.5 millones de perros en situación de calle y según Boehringer Ingelheim México, la población de estos organismos crece alrededor de un 20% anual.
La aproximación al entendimiento de la protección de los animales se puede abordar desde distintas aristas. Si bien una de las imágenes más comunes del maltrato a los animales son los actos de violencia y crueldad sobre animales domésticos como perros, los cuales incluso pueden llegar a la muerte.
Existen en particular otro tipo de maltrato quizá más sutil y poco visibilizado. La grave problemática que representan animales como perros y gatos en relación con la conservación de la vida silvestre, el cual afecta irremediablemente el equilibrio del ecosistema al que ingresan por medio de la alteración en las conductas y distribución de las especies nativas, modificación en las dinámicas de depredación, transmisión de enfermedades y competencia directa por recursos.
Lo anterior, representa un debate bioético debido a que representa un debate sobre las necesidades de los derechos de la fauna silvestre en referencia a la fauna feral, lo cual representa una problemática creciente de las especies exóticas son los principales agentes que conducen hacia la perdida de la biodiversidad.
A pesar de los esfuerzos en el marco jurídico se requiere profundizar en el tema. Es necesario implementar políticas públicas en pro de un control en la reproducción de los animales domésticos. Finalmente, se requiere que como sociedad ampliemos nuestro círculo moral a otras especies y alcanzar un nivel de conciencia integral que nos permita comprender las necesidades de otras formas de vida distintas a las allegadas. Respetar esta diversidad de vida, no implica tratarlas como seres humanos, pero sí reconocerlos como parte de nuestro entorno en consideración a sus necesidades con la misma relevancia.
Recomendación: El día de hoy hablaremos del tema de esta columna a las 16:00 horas por el 96.1 FM Radio UNAM.