Pedro Arturo Aguirre
Demasiado larga es la lista de tiranos de África, algunos de ellos reflejos descomunales de vesania y extravagancia. Dictadores como Idi Amin, Jean Bedel Bokassa, Sékou Touré y Teodoro Obiang, entre otros, gobernaron con mano de hierro a sus paupérrimas naciones poseídos por una insaciable sed de poder, cometieron toda suerte de atrocidades, llevaron a la bancarrota las arcas de sus naciones y hasta algunos de ellos practicaron el canibalismo. La presencia de esta clase de pésimos gobernantes empezó a revertirse un tanto en África desde inicios de los noventa, cuando el continente empezó a democratizarse y los derechos humanos se ubicaron en el centro de las preocupaciones de los gobiernos. Incluso algunas naciones han empezado a conocer índices destacados de desarrollo económico. Pero estos avances no son parejos y aún muchos países del continente negro siguen dirigidos por sátrapas. Uno de ellos acaba de morir de forma repentina: el dictador de Chad Idriss Déby quien pereció combatiendo a fuerzas rebeldes opuestas a su gobierno.
Llevaba Déby más de treinta años en el poder y se preparaba para iniciar un sexto mandato consecutivo. El suyo fue un régimen corrupto, represivo y autoritario. En 2005 se eliminó el límite de dos mandatos presidenciales de cinco años. Más tarde se suprimió la figura del primer ministro para reforzar los poderes del presidente. Todo esto en uno de los países más pobres del mundo, con el 60 por ciento de sus 16 millones de habitantes sobreviviendo con menos de un dólar al día y situado en el antepenúltimo puesto del Índice de Desarrollo Humano (IDH) de la ONU, pese a contar con abundantes reservas de petróleo. Eso sí, el ejército chadiano es considerado uno de los más potentes de la región, y de los más consentidos: cerca del 30 por ciento del presupuesto nacional va para los renglones de defensa y seguridad.
Chad tiene gran importancia para la estabilidad de buena parte de África al ser puente entre el Magreb y el África subsahariana. Se trata de una zona de complicados equilibrios religiosos y étnicos. Este calamitoso país ha vivido siempre en guerra. La actual rebelión proviene del norte y es apoyada por el bando de Jalifa Haftar. También es un gran dilema la creciente actividad de grupos fundamentalistas musulmanes en la región fronteriza con Nigeria, Níger y Camerún. Por si fuera poco, Chad es uno de los países más castigados por el calentamiento global, lo cual es origen de constantes conflictos entre agricultores y ganaderos nómadas. Resultado: una pavorosa crisis humanitaria con más de 300 mil refugiados internos y medio millón de personas huidas al exterior. Ahora, la muerte de Déby podría significar una desestabilización aun mayor y provocar una posible intervención militar francesa.