Apatía política

Tan importante es políticamente hablando rescatar de la pobreza a más de 30 millones de mexicanos como sacar de la pasividad social a una clase media que considera que llegó a la cúspide de su realización personal y es indiferentes a la vida política del país.

Acostumbrados a vivir ene le limbo ideológico, con un divorcio al parecer irreconciliable con la política, pero, sobre todo, con los políticos, este segmento de la población siempre se muestra descontento con las disposiciones de gobierno desde hace décadas. Porque según su perspectiva de la realidad todo está mal y hay que cambiarlo todo, pero mantiene un miedo terrible a los cambios.

Por generaciones este segmento de la población fue engañada por los funcionarios públicos en todo tipo de asuntos, desde los particulares, que le atañen directamente, hasta los generales que observa como espectador. No cree en la educación pública ni en servicios públicos de salud, ni en las posibilidades de una auténtica preocupación de los políticos por sus problemas y necesidades.

Abuelos, padres, hijos y nietos vieron parar las administraciones públicas como un grupo de personas apartadas de la sociedad, inalcanzables e intocables. Con más excesos que virtudes y un grupo más cercano a la enemistad que a la armonía social o política.

Estos grupos individualistas y sin más bandera que el aspiracionismo familiar, han dejado de creer en la política y se refugian en la práctica religiosa, como salvadora de todos sus males. No se resigna, pero tampoco lucha lo suficiente para llegar a los niveles sociales deseados. La pobreza ideológica, a pesar de serles una característica común, no les preocupa. Les es completamente indiferente.

Según el Inegi, en la clase media se ubica 42.4% de los hogares, en donde vive 39.2% de la población total del país. Mientras que 2.5% de los hogares son de clase alta, viviendo en ellos 1.7% de la población.

El desencanto que obliga a tomar distancia de la política y cercanía con el clero orilla a estos segmentos sociales a afiliarse o favorecer en los comicios, voluntaria o involuntariamente, a la derecha. Ahí combina su pasividad social con su actividad política que muchas veces se reduce al voto únicamente.

Por lo regular la clase media, instalada dentro de este parámetro, es lo que quiere ser. Vive en el futuro, aunque no siempre lo alcancen. Su reticencia a la participación política se basa en el peligro a corromperse. Consideran que dentro de la administración pública todo está podrido.

La responsabilidad social de convencer, con hechos y por los caminos necesarios, que el ejercicio político le abre las puertas y que a sus miembros les hace falta participación, pero también ellos a la vida política. No cobran conciencia que si las cosas van mal es por su indiferencia.