En tiempos en que en nuestro país corren paralelos dos acontecimientos, por un lado, el regreso a la nueva normalidad y por el otro, el mayor pico de la pandemia de Covid-19, sin que pueda haber coordinación alguna, surgió una campaña destinada a frenar la violencia intrafamiliar llamada “Cuenta Hasta 10” que fue presentada como parte de una serie de medidas para prevenir la violencia contra las mujeres.
El problema es que ese tipo de violencia hace mucho tiempo que permea en nuestro país, por lo que, en estricto sentido, no puede llamarse preventiva; solo que con la cuarentena y el confinamiento, ésta se ha agudizado a niveles muy preocupantes pues durante esta dura etapa, las mujeres han tenido que “dormir con el enemigo” así que la convivencia diaria y permanente en espacios reducidos, ha tensado la situación.
La referida campaña se presentó en la Secretaría de Gobernación, a una semana de terminar con el desconfinamiento. Se trata de un promocional muy doméstico, es decir, como si automáticamente al contar hasta diez, la desesperación y el enojo, por arte de magia se redujera y hasta una sonrisa brota.
En primer término, esta campaña no parece que pueda ayudar en algo, ya que surge totalmente a destiempo, amén de que se requerirían medidas más contundentes para frenar un fenómeno que pese a la cuarentena, se incrementó y por lo menos en la Ciudad de México se registra el homicidio de 11 mujeres a diario.
Además, el promocional tiene otros sesgos porque no va dirigido explícitamente hacia la violencia en contra de las mujeres, ya que pueden apreciarse otros actores como el padre, los abuelos y los hijos, o sea, nadie está exento de ser víctima de la violencia familiar, pero como se refirió en líneas anteriores, contar hasta diez no es lo más aconsejable, más aún, en un ámbito como el nacional, en el que la preocupación latente es si en México estamos listos para incorporarnos a la llamada nueva normalidad o bien, qué ocurriría en el caso de que surgiera un rebrote de Covid-19.
De tal forma, el método de contar hasta diez, pese a ser muy antiguo, en esta nueva realidad no es tan eficaz y sabio como se insiste en presentarlo. Por lo demás, qué bueno que se haga énfasis en que la violencia no es exclusiva solo a las mujeres; en esta cuestión no hay género.
Aún antes de la pandemia, se registraron casos verdaderamente dramáticos de mujeres asesinadas a manos de sus acosadores, como por ejemplo, el de Ingrid Escamilla, o el de la niña Fátima Cecilia, de tan solo siete años de edad, en un país en el que uno de cada 10 feminicidios, es en contra de niñas y adolescentes. Ya en tiempos de confinamiento, el asesinato de Diana Carolina, de 21 años de edad, en Tepic, Nayarit, que había denunciado acoso.