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La consigna para descalificar a la contrincante limitó a cuatro paredes la campaña de Pepe Yunes hacia la gubernatura de Veracruz. Para darle solidez a su versión miope de que Rocío Nahle no tenía derecho a competir, por no haber nacido en la entidad, dividió el país.
Porque ya no podía hablar ni de los estados vecinos, porque la pureza de la sangre veracruzana se convirtió en parte esencial de su discurso. En esa tónica, incurrió en una de las faltas de nacionalismo más grave al decir que el agua de Veracruz es de los veracruzanos cuando, por ley, el agua del norte es también del sureste y viceversa. Pero la necesidad de justificar una falacia hizo de Veracruz una esfera de cristal, en el discurso del más pequeño de los Yunes.
Se había criticado al gobernador de Nuevo León por dividir al país en tres y pelear el agua que, según él, le corresponde a los nuevoleoneses a pesar de que venía de otro estado y debió aprender en ese momento geografía y derecho.
Ahora, Pepe Yunes, en medio de la ignorancia que le identifica, se olvidó desde el principio de su campaña, hacer de Veracruz parte de México, sólo para darle fuerza al hecho de que su contrincante había nacido en Zacatecas, consigna, obsesión y patología en su discurso cotidiano.
Ante la carencia de logros personales como político y el desprestigio de su partido, debió agarrarse de un clavo caliente que le diera personalidad propia a su campaña, pero resultó contraproducente porque él mismo puso límites a su actividad y aisló a la entidad en medio de elecciones presidenciales y de momentos de unidad nacional. Le quitó contenido a su discurso en su afán de ponderar su estado frente a otros.
Pepe Yunes encarceló su discurso limitándolo a las características del estado, negando cualquier identidad con el resto del país y ponderando las virtudes de los veracruzanos, casi como si fuera una raza superior, todo para decir que la contrincante no había nacido en Veracruz. Su corta inteligencia lo obliga a ser el títere del cacique del puerto.
En su mediocre campaña Pepe Yunes ni siquiera llegó a visitar la mitad de los municipios, de por sí es desconocido y quienes lo conocen lo repudian porque saben quién es, limitando sus tareas de proselitismo a ciudades grandes y espacios cerrados, lo cual limita su percepción de la realidad del estado.
La saña con la que emprendió violencia política contra Rocío Nahle, se convirtió también en una limitante de la que ahora no puede salir. Entrampado en su propio discurso, no le queda otra alternativa que repetir lo que ya dijo todo el tiempo en una campaña de reiteraciones y debates de fantasía en los que a nadie entusiasma.