De máscaras a mascarillas

Probablemente la discusión sobre el uso de los cubrebocas para prevenir contagios ante el #Covid19 en México será uno de los episodios más recordados en 2020.

De manera equívoca pasamos de la postura gubernamental de no tener “evidencias científicas” que permitieran sugerir a la población el uso obligatorio de las mascarillas a estudios de universidades y centros de investigación, como el realizado por el premio Nobel de Química mexicano, el Dr. Mario Molina (RIP), que demostraban lo contrario.

Al final, estemos o no de acuerdo en su uso o efectividad, hoy el resultado de esta discusión es el uso generalizado de los cubrebocas; sin embargo, así como tuvimos que asumir una nueva cultura sobre la higiene personal, hoy hace falta hacer un esfuerzo imprescindible para que las mascarillas no se conviertan en un foco de infección por la falta de protocolos para su tratamiento.

No solo porque su uso ha disparado el mercado de los plásticos a nivel mundial, sino porque el reciclaje de mascarillas debe plantearse como una posibilidad altamente factible para disminuir el impacto y generar un beneficio económico a la sociedad y las empresas afectadas por los cambios actuales.

Por ello, es imprescindible entrar en conciencia de que es necesario generar un proceso de gestión, tratamiento y valorización de los residuos generados por el uso de cubrebocas en espacios públicos y zonas de trabajo, de lo contrario, nuestro hábitat post pandemia Covid-19 será un panorama donde las mascarillas aparezcan en bosques, selvas, playas, calles, parques, espacios públicos, centros comerciales y baños, sin control alguno. Y ello demanda la generación inmediata de protocolo de seguridad e higiene idóneos para la operación de un centro de reciclaje a la altura de las circunstancias.

“ÉRASE UNA VEZ EN WASHINGTON…”

El pasado lunes 5 de octubre, el presidente Trump nos regaló una puesta en escena hollywoodesca que pasará a la historia como un hito en su carrera política por la relección de su mandato.

La escena: después de haber sido dado de alta médica en un tiempo récord de 72 horas al haber dado positivo al SARS-CoV-2, muestra a un presidente arrogante y, a su vez, de una flaqueza humana incapaz de sostenerse como verdadero.

Para quienes no tuvieron oportunidad de ver la escena, se observa al aún presidente Trump arribar en helicóptero a la Casa Blanca; bajar y caminar de manera directa al balcón presidencial desde donde se despoja del cubrebocas para evocar la escena de un hombre recuperado, fuerte, capaz de vencer cualquier adversidad, incluso la pandemia.

La “escena” ha sido utilizada y se ha reproducido cientos de miles de veces como propaganda política. A estas alturas de la democracia estadounidense, hay quien afirma que esta escena es incompleta; pues hizo falta de fondo una banda sonora interpretando la melodía del film de Gladiador.

Cualquiera que sea el resultado de esta argucia política, hay dos cosas que están claras ante la cita de Italo Calvino: la primera es que, la estrategia de Trump es posicionarse como un presidente que pretende ser verdadero, incluso agregando que “fue una bendición contagiarse”; la segunda, que la “mascarilla” que se quitó del rostro contiene más verdad que cualquier imagen. La pandemia ha colocado a los EU en el mundo, con más de 217 mil muertes y más de 7.8 millones de contagios.

Y ante esto, habría que preguntarse si es verdadero aquello que se dice en el cine; “Estados Unidos no es un país, es un negocio”, el gran negocio de la democracia, donde las apariencias son el medio y los negocios el fin.