Avanzo con breve reseña del libro de Kaufman y Haggard iniciada el martes pasado. Presentan su definición de polarización como el proceso mediante el que las élites políticas y la sociedad en general van dividiéndose más y más en materia de políticas públicas, ideología y claro, simpatía partidista.
Esto a su vez, explican, confirma la pulsión de asociar esas opciones políticas o ideológicas con una especial concepción “mayoritaria” del régimen democrático, generalmente identificada con el populismo, movimiento que se apropia de la vocería de “el pueblo”, cuyos dirigentes se asumen como representantes legítimos de la “voluntad popular”. Se deja correr el mantra de “ellos contra nosotros”, lo que separa también en asuntos de identidad, inclusive. En consecuencia, promueven una relación con sus fieles sin mediaciones, como el Congreso o los partidos, desfigurando la democracia a la que ofrecen servir.
La polarización, alegan, prepara el escenario para el retroceso de tres maneras concurrentes. Afecta el funcionamiento del gobierno y crea desafecto y desconfianza hacia la democracia; facilita la escucha de convocatorias antisistema de líderes, partidos y/o movimientos sociales de esa orientación; y provoca determinada tolerancia de las élites y de la sociedad hacia ciertas desviaciones o derogaciones parciales de los componentes democráticos del sistema político.
Al ingresar a la métrica del “Backsliding” global, los autores reconocen 4 sistemas de seguimiento.
El primero es de la Unidad de Inteligencia de The Economist, la revista británica; los índices de libertad en general de Freedom House; el Polity Project, del Centro para la Paz Sistemática, que monitorea la conducta política en los países y que reporta sobre el estado de la violencia política y el peligro de Estado fallido. Finalmente, los estudios de la organización V-Dem (Variedades de Democracia) que es un nuevo acercamiento para la conceptualización y medición de la democracia, producto de una colaboración entre más de 30 académicos de todo el mundo, organizada conjuntamente por el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Gotemburgo, Suecia y el instituto Kellogg de la Universidad de Notre Dame, en los Estados Unidos.
Proponen su propio método, empero, aunque basado en los datos de V-Dem de 1974 a 2017. Con una métrica explicada ampliamente, encontraron 29 casos de Backsliding, pero, al aplicar varias medidas de control, la lista se redujo a 16 países, clasificados como en erosión, en reversión o en ambas, sucesivamente.
Solo en erosión: Bolivia, desde 2007; Brasil desde 2016; Dominicana, 2014; Ecuador, 2009; Grecia, 2017; Hungría, 2011; Polonia, 2016; Estados Unidos, 2016. Regímenes políticos en franca reversión: Rusia, desde 2000 y Zambia, desde 2016. Democracias erosionadas primero y ahora en reversión: Macedonia, 2010 y 2012, respectivamente; Nicaragua 2005, 2008; Serbia 2013, 2017; Turquía 2010, 2014; Ucrania 2010, 2014; Venezuela 1998, 2006.
Se trata de un libro que hay que revisar entero. Contiene luces que nos pueden alumbrar el camino, creo.
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