Una de las cosas que más admiro de mi mamá es su búsqueda incansable por la justicia. Hacer lo correcto es algo que ella siempre enfatiza en su actuar, cuidar del prójimo, ser equitativa, ser justa.
Tal vez esa fue una de las razones por las que decidí estudiar derecho, en mi querida Escuela Libre de Derecho. Y si bien mi camino profesional no es el típico de los abogados, quienes me conocen saben que la injusticia, el incumplimiento y el descaro es algo que me puede enfurecer y hacer activar todo lo que esté a mi alcance para que se haga lo correcto. Sí, orgullosamente soy muy como mi madre.
Esta columna tristemente se motiva en el pésimo servicio de la aplicación de entregas Rappi. No es la primera vez que hacían mal su trabajo, burlándose del consumidor y sin un área sensible a las necesidades de sus usuarios. Anoche, después de un día pesado de trabajo, con un antojo bárbaro de una pizza de Cancino (de las mejores cuando uno pide a casa), hice mi pedido en esta aplicación y seguí trabajando confiada en que estarían haciendo su trabajo, toda vez que era cliente Pro y que por supuesto ya habían cobrado el monto correspondiente. Sin ánimo de hacer larga la historia, una hora después, consternada por no recibir aún mi cena, me percato que nunca enviaron mi pedido al restaurante. Uno intenta hablar con alguien, solo bots, uno intenta tener una respuesta a su problema, solo comentarios sarcásticos de sus responsables de redes diciendo que en un lapso de 13 días hábiles me devolverán mi dinero “¿va?”. Una hora después, a través de Uber Eats, pude tener mi pizza de pepperoni de Cancino y la cancelación de mi cuenta de Rappi.
¿A qué voy con esto? A qué como consumidores debemos alzar la voz ante las injusticias e incumplimiento de los comercios que se aprovechan de que la gente no reclama y, sobre todo, no exige sus derechos.
Como consumidores tenemos no sólo derecho a que se realice el servicio por el que hemos pagado, sino a que se realice bien y en caso de que así no sea, a recibir una compensación. Malamente muchos negocios saben que la gente prefiere evitar el conflicto y por ello hacen lo que hacen. Éticamente mal y jurídicamente incorrecto.
Sirvan estas líneas para invitarlos a que, cuando la situación lo amerite, se conviertan en Ladies y Lords PROFECO. Sí, los invito a reclamar sus derechos ante la la autoridad responsable de intervenir y poner las sanciones correspondientes a todo aquel que abuse o no cumpla con sus obligaciones. Yo lo he hecho en varias ocasiones, honrosamente puedo decir que en todas ellas victoriosa, tanto en México como en el extranjero.
No permitamos que la mala fe y el mal servicio de otros amargue nuestras comidas, levantemos la voz cuando sea necesario… contra los negocios abusivos “¿va?”
Amante del Buen Comer
(y abogada del buen servicio)