Francis Fukuyama publicó recientemente “Pandemias y desempeño político”. Se trata de un documento que parece anunciar una nueva métrica de las habilidades de los gobiernos para responder adecuada, oportuna y eficazmente a desafíos como la pandemia de COVID-19 y/o a la de la viruela símica.
Afirma que la pandemia fue un laboratorio para probar diferentes sistemas de gobernanza frente a una crisis de salud pública. Por ejemplo, los países de Asia oriental (China, Taiwán, Corea del Sur y Japón) tendieron a hacer un mejor trabajo de control que muchos países de América y Europa.
Empero, aclara que eso no tiene que ver con un gobierno democrático versus uno autoritario. Entre los países de alto rendimiento de Asia oriental encontraron por igual Estados autoritarios, que democracias fuertes y vibrantes. La diferencia, dice, tampoco se debe totalmente a los recursos económicos o a la experiencia en salud pública, y refieren que a países pobres como Vietnam les fue mejor que a muchos países ricos.
¿Qué hay detrás, entonces, de la divergencia en los resultados? Si bien la explicación es sin duda compleja, tres factores esenciales se destacan desde una perspectiva de gobernanza: capacidad estatal, confianza social y liderazgo político.
1. La capacidad del Estado. Un país sin un sistema de salud pública fuerte se tambaleará en una pandemia. Este factor dio a los países de Asia oriental una gran ventaja, pero advierten que la capacidad del Estado no es todo. En Brasil, donde el sector de la salud ha hecho grandes progresos en los últimos años, la capacidad adecuada no fue suficiente para prevenir una crisis terrible.
2. La confianza social. Afirman que una población debe confiar en su gobierno; de lo contrario, será bajo el cumplimiento de mandatos de salud pública onerosos pero necesarios, como la cuarentena. Dicen que esa "confianza institucional" ha venido disminuyendo en los últimos diez años en América Latina y el Caribe, y también la confianza entre ciudadanos. En muchos países, durante la pandemia, la baja confianza social ha interactuado con altos niveles de polarización generando consecuencias devastadoras.
3. El liderazgo político. En el contexto de una emergencia pública, las personas que ocupan los niveles superiores de las instituciones jerárquicas del Estado están facultadas para tomar medidas decisivas. Quiénes son estas personas y qué incentivos enfrentan puede ser la diferencia en la determinación de la efectividad de sus acciones. “Algunos líderes políticos vieron la pandemia en gran medida como una amenaza para sus propias fortunas políticas y diseñaron políticas en consecuencia. Otros se tomaron en serio su papel de guardianes del interés público.”
Fukuyama declara que los resultados de estos diferentes cálculos políticos se ven reflejados tanto en la eficacia como en la sustentabilidad de las respuestas nacionales ante la pandemia. Que el liderazgo político tiene lugar en muchos niveles; pero sin una acción coordinada y cooperativa entre las jerarquías y los sectores del gobierno, la respuesta política general será menos efectiva.
Cierra con esta admonición: limitada capacidad estatal, baja confianza social y escaso liderazgo político son señales de advertencia del deterioro democrático, en lo que es experto Fukuyama. “A nivel mundial, la pandemia ha demostrado que nos enfrentamos a una recesión democrática, revelando desafíos que durante mucho tiempo se han estado construyendo bajo la superficie.
Podemos pensar en estos desafíos como las condiciones preexistentes que han hecho que los países sean más o menos vulnerables a la pandemia.”
@ElConsultor2
gsegioj@gmail.com