Columnas
Egipto por historia, geografía, demografía y peso cultural por mucho tiempo desempeñó un indiscutible liderazgo dentro del mundo árabe, el cual se fue diluyendo con el tiempo, primero con la firma de los tratados de Camp David y más tardo durante los largos y grises años de la dictadura de Mubarak. AhoraAbdel Fatah al Sisi, el hombre fuerte del país, quiere recuperar para ese protagonismo perdido y en ese lance ha obtenido algunos éxitos como la inclusión de Egipto en los heterogéneos BRICS y ahora con la cumbre internacional para la Paz celebrada el pasado sábado en El Cairo con representantes de 34 países la cual cerró sin una declaración conjunta a la vista de las dificultades para describir lo acontecido recientemente en Gaza.
El relativo retorno de Egipto al escenario internacional será una flaca satisfacción para los egipcios. Al Sisi llegó al poder en 2013 al derrocar con un golpe de Estado al primer presidente electo democráticamente en las urnas, el islamista Mohamed Mursi. Desde entonces Egipto ha ido a la deriva. La persecución a los islamistas se amplió muy pronto a toda la oposición democrática. De la Primavera Árabe no quedaron ni los vestigios. Toda disidencia o crítica essancionada. Según Human Rights Watch“Bajo el mandato del presidente Al Sisi, la población reclusa ha aumentado drásticamente. Las autoridades han detenido a decenas de miles de disidentes reales o presuntos desde finales de 2013.
La debacle económica es evidente. La inflación supera ya el 40 por ciento y la libra egipcia perdió la mitad de su valor frente al dólar este último año. El precio de alimentos como la carne se ha incrementado en un 90por ciento. El país se encuentra dramáticamente endeudado, una situación empeorada por la pandemia, la cual puso en jaque al sector turístico. Cientos de egipcios se embarcan diario en una incierta travesía hacia a Europa empujados por la pobreza y la represión. Como cereza del pastel prevaleceuna rampante corrupción. La economía está controlada por los militares, principales beneficiarios de jugosos contratos en colosales proyectos de infraestructura. Egipto ha gastado 300 mil millones de dólares en “elefantes blancos” durante la última década, desde una nueva capital en pleno desierto hasta una expansión del canal de Suez.
El descontento crece en las calles y ello pone nervioso a Al Sisi, quien decidió adelantar las elecciones presidenciales para el próximo 10 de diciembre. Con todas las instituciones bajo control será fácil para este dictador ganar un nuevo mandato, pero el escenario se le presentará muy adverso en los próximos años. Ante estos hechos Egipto procura recuperar influencia geopolítica, pero difícilmente una dictadura impopular, corrupta y en bancarrota podrá aportar algo verdaderamente útil a la comunidad internacional.