El Nobel y México

Columnas jueves 17 de octubre de 2019 -

Esta semana comenzó con la noticia de que el Premio Nobel en Economía 2019 fue para Abhijit Banerjee (India), Esther Duflo (Francia) y Michael Kremer (Estados Unidos) y, como era de esperarse, de inmediato el tema se hizo presente tanto entre la prensa especializadas como en pláticas de café, me atrevo a decir, en todas las universidades.

El Premio Nobel en Economía, curiosamente el único que no fue establecido directamente por Alfred Nobel en 1901, sino que se creó hasta 1968 como “Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel” es un galardón que va más allá del reconocimiento académico de los premiados ya que su designación orienta la discusión, entre hacedores de políticas públicas y tomadores de decisiones a escala mundial, hacia ciertos temas o enfoques.

Este es el caso de los premiados 2019 quienes, más allá de sus evidentes méritos académicos (Banerjee y Duflo son académicos del Instituto de Tecnología de Massachusetts -MIT, por su sigla en inglés- mientras que Kremer es investigador de la Universidad de Harvard), han enfocado sus trabajos a un tema relevante socialmente y de carácter general: el combate a la pobreza.

Lo anterior es relevante porque han impulsado una aproximación menos “teórica” al combate a la pobreza para privilegiar la identificación empírica de fenómenos reales que inciden en su generación y persistencia, así como en el diseño de estrategias, también específicas, para atender las causas de la pobreza donde se incluyen indicadores que permiten evaluar sus impactos y grado de éxito.

De esta manera, en diferentes partes del mundo se han diseñado y establecido estrategias para combatir, de manera estructural, la pobreza desde las trincheras de la educación, la salud pública o la alimentación En el caso de México, el enfoque de los laureados ha influido en la metodología “multidimensional” que utiliza el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) para medir la pobreza en México y evaluar los resultados de las políticas púbicas. Gracias a esta metodología, la conceptualización de la pobreza en va más allá del ingreso e incorpora seis dimensiones sociales (rezago educativo, acceso a servicios de salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de vivienda, acceso a servicios básicos en la vivienda y acceso a la alimentación) que impactan directamente en la calidad de vida de las familiasy en su capacidad para poder trascender condiciones de pobreza o de pobreza extrema, así como su referenciación en el territorio nacional.

De esta manera, y por lo menos hasta este año en que Gonzalo Hernández Licona dejó el Coneval, se tuvo una metodología que permitía dirigir los esfuerzos coordinados de los tres niveles de Gobierno para atender carencias sociales explícitas y objetivas, así como contar con indicadores claros del avance en las mismas.

Está por verse si con esto de que la medición y los indicadores son “obsesiones fifís y conservadoras” el nuevo titular del Coneval, el Dr. José Nabor Cruz, es capaz de evitar la tentación de modificar la metodología del Consejo para hacerla más “blandita” y mostrar resultados que hagan ver bien, de manera artificial, el impacto de los nuevos programas sociales impulsados desde la Presidencia que privilegian la transferencia de dinero (becas) pero carecen de focalización y no toman en cuenta las variables sociales de la medición de la pobreza.

•Ex Secretario de Trabajo y Desarrollo

Económico de Puebla. Analista

económico y de negocios @MichelChain