Durante nuestro desarrollo social existe un amplio espectro de relaciones, entre éstas se encuentra la relación de pareja, misma que posee un vínculo significativo y supone una estabilidad, con consensos, características definitorias y con proyecciones futuras que permiten que las personas ofrezcan y reciban valoración intelectual, emotiva y física. El amor es una decisión que tomamos todos los días y que implica diversos factores que nos llevan a decidir compartir nuestros proyectos de vida.
Existen elementos particulares que influyen en los vínculos de pareja, en general, podemos detectar ciertos patrones presentes como la confianza, el respeto y la trascendencia en el tiempo a través del desarrollo de interacciones, sentimientos y emociones que construyen la intimidad, que permiten reafirmar la propia identidad y autoestima, así como la satisfacción de diversas funciones socio-afectivas, como conocerse, disfrutar, platicar, compartir alegrías y sufrimientos.
Sin embargo, cuando la relación de pareja pierde la capacidad de comunicar, olvidando la armonía afectiva o física, es indispensable el sano término de esa relación, independientemente de si se construye en el marco de la institución del matrimonio o no.
Aunque la Suprema Corte reconoce al divorcio como un derecho sustentado en el libre desarrollo de la personalidad y la misma protección a la familia, existe el derecho a la libre elección del cónyuge, que por cuestiones históricas ha sido determinado por la aprobación de la sociedad. El derecho al divorcio refleja progreso, pero muchas veces se opone la realidad, pues el juicio resulta conflictivo e incluso contradictorio y generando más violencia entre las partes. Es necesario que la sentencia de divorcio ante la separación por mutuo acuerdo, contemple los diferentes escenarios y genere un procedimiento incluyente, rápido, eficiente y accesible a toda persona. La Ley debe ofrecer las garantías suficientes para que las partes puedan continuar viviendo en condiciones dignas después de la separación.
Una alternativa para evitar las confrontaciones entre las partes es la mediación, en donde un tercero promueve la comunicación y hace que los involucrados se centren en sus intereses, buscando posibles soluciones a los conflictos en el proceso de divorcio para llegar a un mutuo y sano acuerdo.
En ese sentido, el divorcio es un derecho fundamental de la persona y es obligación del Estado evitar la violencia física y/o moral durante el proceso, así como el desgaste emocional innecesario de la pareja y de los hijos, en caso de haberlos. Además, debe garantizarse en la práctica a todos los ciudadanos, ya que, aunque se encuentre establecido que somos iguales ante la ley, la realidad es que no todos gozan de las mismas condiciones materiales para ejercer sus derechos.
Recomendación: el día hoy hablaremos sobre el tema de esta columna en el programa de radio Derecho a Debate que se transmite a las 16:00 horas por el 96.1 FM Radio UNAM