Por Onel Ortíz Fragoso
@onelortiz
Después de la tragedia de la Línea 12 viene el miedo. Miedo a transitar por los puentes y segundos pisos o pasar por debajo de éstos; miedo de abordar un vagón del metro o del tren ligero sin saber si se llegará al trabajo o se regresará sano y salvo a la casa. Miedo cuando a simple vista se observan grietas y cuarteaduras en varias columnas de estas construcciones o cuando se constata el evidente deterioro después de décadas de servicio. Miedo nacido de la tragedia o inducido desde áreas oscuras de la vida pública.
La situación es idónea para que algunos intenten desatar los demonios, para incidir en el ánimo social de cara a las próximas elecciones. No debe olvidarse como en 1994, el “voto del miedo”, en contra de la guerra y a favor de la paz, dio un triunfo contundente al entonces candidato del PRI, Ernesto Zedillo. A menos de un mes de acudir a las urnas, hay campañas polarizadas y ánimos desbordados, pero ninguno de los contendientes, hasta el momento, han apostado por una estrategia de este tipo. Ojalá que no lo hagan.
El reto social es: ¿Cómo dejar de tener miedo? Ante tragedias como esta, en un país democrático, las instituciones del Estado actúan, se fincan responsabilidades de acuerdo a cada caso y se corrigen errores. Ruedan las cabezas de los responsables y por supuesto, los políticos y la sociedad opinan. En el México predemocrático, el del partido hegemónico, el de la matanza de Tlatelolco y el de la guerra sucia contra la guerrilla, tragedias como la del metro eran ocultadas por el gobierno o se creaban chivos expiatorios. Desde las explosiones de San Juanico en 1984 y los sismos de 1985, eso cambió para bien.
Dicho esto: ¿Qué debe pasar después de esta tragedia? Primero, atención a las víctimas. Es recurrente que en los primeros días posteriores a los hechos las víctimas y sus familiares sean objeto de mucha atención de las redes, la prensa o las autoridades, pero transcurrido este momento tengan que luchar solos para que haya justicia o reparación del daño. Segundo, dictamen técnico de los hechos y deslinde de responsabilidades administrativas y penales. Aquí lo importante es que las autoridades de la CDMX y del Gobierno Federal desarrollen las investigaciones con la mira puesta en la verdad y no en la simulación. Tercero, revisión integral pública y transparente de la infraestructura del Metro y de otras instalaciones estratégicas, para evitar futuros desastres.
La seguridad es, en esencia, el derecho a vivir sin miedo. El Estado tiene la responsabilidad de proporcionarla. Tan importante es no tener miedo a la delincuencia, aunque exista; como no tener miedo al abordar el metro o al subir a algún puente.