Columnas
Al calor de las campañas, es claro que las emociones que generan las propuestas de gobierno son más importantes que su viabilidad como política pública. En época de elecciones, antes de convencer, hay que emocionar. La razón se esconde en el armario y es el estómago el que decide quién te caerá mal, por quién jamás votarás o a quién le darás el privilegio de la duda hasta el momento de estar en la urna. Así son las democracias. Y esperemos que no sólo siga así, sino que también ayude a mejorar nuestra vida cotidiana.
Desde hace varios meses, el INEGI identificó que es la inseguridad, la inflación, el desempleo y la escasez de agua los principales problemas que preocupan la sociedad mexicana, y en ellos se están enfocando las personas candidatas a la Presidencia de la República. Quedó en el pasado el monopolio de la narrativa cotidiana nacional, lo cual es muy saludable para nuestra vida pública.
Hoy las propuestas de las candidatas y candidato presidencial en materia de seguridad, medio ambiente y desarrollo económico comienzan a ocupar el debate nacional: si debe seguir o no aquel programa social para prevenir conductas antisociales, si se deben legalizar todas las drogas, construir nuevas mega prisiones, cerrar refinerías o seguir apuntalando a Pemex en nombre de la soberanía. Ahorita no es relevante si las propuestas son viables económicamente hablando, si geopolíticamente son un disparate o si son inaplicables en países como el nuestro. Lo que importará en las próximas semanas es que se hable de dichas propuestas, por más estrafalarias que puedan escucharse.
Por lo anterior, las campañas tienen una vigencia de “tres meses” y los gobiernos, de al menos tres años. Cuando un país como el nuestro vive en constante temporada de elecciones y los gobiernos andan en campaña permanente, ganarán elecciones, pero alguien más está gobernando. Por ello no sorprende que muchas regiones de nuestro país sean feudos criminales y no municipios libres.
Entonces, si ahorita es temporada de emocionar al electorado, ¿a quién creerle? Algo que nunca falla es analizar lo que han hecho. Si un candidato ha sido chapulín y brincado de partido en partido, alabando a alguien para después criticarlo al calor de la fiesta, pues ya tenemos un elemento para saber su personalidad. Asimismo, si vemos una candidata con un perfil muy metódico que ofrece continuidad y otra con un perfil disruptivo que ofrece un cambio, no podríamos sorprendernos sobre lo que cada una ofrece y representa; porque así ejercieron sus funciones como alcalde y senadora.
Para mí, el mejor perfil para ejercer la Presidencia de la República es el de aquella persona que sepa seleccionar a su equipo, corrija lo más rápido posible lo que no esté funcionando, sepa de reírse de sí misma y siempre tenga quien le recuerde que el poder es temporal, que errar es de humanos, y que como todos nosotros, morirá.