La CNTE va a controlar las plazas magisteriales. Es lo que les ofreció el Presidente, Andrés Manuel López Obrador, al integrarlos a las mesas de trabajo que perfilarán las leyes secundarias de la reforma educativa.
El compromiso es: “Definir en común acuerdo, el número de alumnos por normal pública, los métodos de admisión y, a partir de ello, otorgar las plazas a todos los egresados de dichos planteles educativos”.
El PAN ya lo había advertido desde antes de que los cambios se votaran y existió, en las otras oposiciones, las del PRI y el PRD una suerte de autoengaño. Pensaron, supongo, que iban a respetar el espíritu de lo acordado y el centro del litigio, pero no, la política nunca es así y menos ante un partido dominante, como lo es Morena.
Para el proceso legislativo que sigue, no se requieren de mayorías calificadas y es previsible que se opere lo que se acuerde en Palacio Nacional, entes de lo que se pueda o no negociar en San Lázaro.
Desde los años noventa, uno de los ejes de las disputas magisteriales, con los distintos gobiernos, ha radicado en el control de los nuevos ingresos, porque es ahí donde se fortalecen los sindicatos, se lubrican las movilizaciones y se capan las cuotas.
También ello permite desentenderse, si es necesario, de cuestiones académicas y laborales, porque se sabe que se cuenta con una organización poderosa. En Chiapas, Guerrero y Oaxaca, esto ha sido más que claro y terrible para los alumnos.
Los últimos gobiernos hicieron planteamientos al respecto con poca o mala fortuna. En algunos casos decidieron aliarse con el SNTE de Elba Esther Gordillo y en otros rompieron hasta el límite de meterla a la cárcel.
En la actualidad las negociaciones van a ser con la CNTE, el grupo más aguerrido de la organización de profesores de mayor importancia en el continente.
En el fondo, lo que está en juego, es la rectoría del Estado sobre la educación de las niñas y los niños mexicanos en primaria y secundaria, fundamentalmente.
Este sexenio ya no será el de la transformación educativa y más bien entraremos en una etapa de regresión, donde lo que imperará serán los intereses gremiales sobre el futuro de la sociedad en su conjunto.
Tampoco veníamos de una panacea, no nos engañemos, en el pasado se privilegió un cambio laboral que cercenó derechos de los maestros y que permitió que los grupos más radicales se hicieran de clientelas.
Pero lo que sí hubo, y eso no se puede negar, fue una visión de largo plazo, un empeño por plantear calidad y por hacer del paso por las aulas una oportunidad para moderar las desigualdades.
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