Columnas
En este inicio de sexenio se observa ya un claro y rotundo cambio en la estrategia de seguridad del gobierno mexicano, aunque siempre dirán que es la continuación de lo que se implementó el gobierno pasado claramente es una mentira, en poco se parece, si acaso en esa falacia que muchos se han creído de que están atendiendo las causas y que eso pacificará al país inevitablemente, porque de acuerdo con la máxima de su líder: "la paz es fruto de la justicia", cualquier cosa que eso signifique.
El problema es que la atención de las causas por más efectiva que sea, llevará generaciones enteras siempre y cuando eso se haga bien y la sociedad de verdad lo asuma como un compromiso para mejorar, no hay evidencias de que en este caso así vaya a ser.
El cambio de estrategia, decíamos, es completo, los resultados los conoceremos a lo largo del sexenio pero en un inicio son algo costosos por las condiciones de inseguridad en las que quedó el país tras la gestión desastrosa de la pasada administración, así insistan en auto endilgarse el calificativo de "mejor presidente de la historia del mundo", cualquier cosa que eso signifique. Si así dejó el "mejor presidente de la historia de la humanidad" al país en materia de inseguridad, mejor no nos imaginemos cómo lo dejará el peor presidente.
El desastre del sexenio pasado en seguridad obedeció a muchas cosas, pero una de ellas es especialmente lamentable porque llevó al país a lo que hoy vivimos y costó muchas vidas; los "abrazos" no tenían otro fin que cuidar la investidura presidencial, la orden del comandante supremo de no enfrentar a la delincuencia y asustarlos con el cuento de que los iban a acusar con sus mamases y sus abuelitas, llevaron a México a ser uno de los más grandes cementerios del mundo.
Este cambio de seguridad consiste en dos pilares clave, uno ampliamente difundido por los conductos gubernamentales, como debe ser, aunque sus alcances son o deberán ser mucho más profundos, el otro pilar no será reconocido nunca o no como se debería, pero ya salta a la vista de quien lo quiera ver.
1) Inteligencia: Las áreas de inteligencia tendrán mucho trabajo en este sexenio, profundizarán su influencia, aunque apenas están en fase de organización porque para no variar también ahí en esas áreas se quedó un desastre generado por los "abrazos" de quien cuidaba su investidura sin importarle las consecuencias.
La inteligencia, ha dicho el gobierno mexicano, pretenderá impactar en las finanzas de los grandes grupos criminales, y sin duda será un gran logro si así sucede, diezmar la capacidad financiera de los cárteles los llevará a situaciones de vulnerabilidad que podrían ser aprovechadas para reducirlos lo más posible, aunque el otro gran riesgo consiste en que empiecen a incursionar en otras actividades ilícitas, como de hecho ya ha sucedido: secuestros, extorsión, huachicol, trata de personas, etcétera.
Pero sin duda, la inteligencia tiene otros objetivos, uno de ellos será descabezar a las organizaciones criminales, seguramente busca llevar a la justicia a los grandes capos, o cuando menos a sus cercanos; la generación de datos es para eso.
En los próximos meses o años deberemos saber que han sido aprehendidos algunos de los capos que hoy dominan y generan violencia en el país, y gran parte de sus estructuras delincuenciales; pensar en que serán exterminados lo cárteles y que el país se va a pacificar en un sexenio o menos es un sueño debido a la forma tan desastrosa en la que se ha tratado el problema por décadas, pero disminuir los índices delincuenciales en todos sus frentes sería un gran triunfo de la presente administración, a eso le apuestan.
2) Lo que nunca dirán ni reconocerán en público es que se acabaron los abrazos y que la orden de la comandancia suprema, hoy en la persona de la presidenta Claudia Sheinbaum, en el sentido de no enfrentar a los delincuentes para no dañar la investidura presidencial, ha quedado en el olvido.
Hoy las fuerzas armadas, en labores policiacas, hacen lo que debieron hacer desde hace mucho, responder con la misma fuerza a las agresiones de los grupos armados de delincuentes.
Son ya varios episodios, desde los acontecidos en Chiapas a inicios del sexenio, hasta algunos en Guanajuato, pasando por la hoy atribulada Sinaloa, escenario de una guerra intestina de un cártel que, todo indica, fue cuando menos tolerado en el sexenio pasado.
Los soldados y la guardia nacional, que para efectos prácticos son lo mismo, hoy responden al fuego con fuego, en esta batalla es evidente que por más armas que tengan los delincuentes, nunca podrán competir con un ejército regular, al menos no hasta el momento y ojalá así sea por mucho tiempo, a riesgo de que si llega a suceder entonces sí México estará perdido para siempre, si bien amplias zonas del país son ahora dominadas por la delincuencia, el 30% según el Departamento de Estado de Estados Unidos, todavía hay esperanza de que las autoridades enfrenten a la delincuencia como se debe, con una mano la constitución y la ley, y con la otro un rifle.
El gran riesgo es que los ejércitos en estas labores suelen extralimitarse, las cámaras ya captaron un incidente en Culiacán Sinaloa, que pudo haber terminado con la vida de un inocente, y no sabemos qué tantos más puedan existir en los próximos años.
La "estupida" guerra fue un fracaso, llevó al país a un baño de sangre; después llegaron otros que criticaron y dijeron que le habían dado una patada al avispero a lo tonto, lo que no dijeron es que ellos se dedicaron a colmar de abrazos a las abejas y con ello convirtieron al país en un auténtico cementerio, su legado "humanista" es de 200,000 ejecutados. Hoy, el cambio de estrategia consiste en más inteligencia pero también el uso de la fuerza, veremos a dónde nos lleva.