Es posible que alguna vez nos hayamos hecho la pregunta de cuál es la mayor causa de muertes en el mundo y sin duda hemos pensado en decesos causados por enfermedades como cáncer, diabetes, Sida o las guerras y los desastres naturales; sin embargo, ninguna de estas dramáticas realidades se acerca remotamente en número, a la causante del mayor número de muertes: el execrable crimen del aborto. Veamos unos datos:
Según Worldometers, una acreditada web especializada en estadísticas mundiales, durante 2019, 42,3 millones de bebés fueron abortados en el mundo, 400 mil más que el año anterior. Esta web independiente recoge datos de gobiernos y otras organizaciones acreditadas y con esos datos realiza estimaciones y proyecciones, sin embargo, es probable que el número de bebés asesinados sea aún mayor debido a la falta de registros que no se obtienen en numerosos lugares.
Según las estadísticas, las siguientes causas de muerte en el mundo quedan muy lejanas al aborto: 8,2 millones murieron a causa del cáncer, 5 millones debido a enfermedades relacionadas con el tabaco; 13 millones por otras enfermedades;1,7 millones por Sida, la inmensa mayoría en países muy pobres.
Worldometers estima que hubo alrededor de 58,6 millones de muertes en todo el mundo en 2019, pero en realidad ese número no incluye las muertes de niños no nacidos abortados. De hecho, no son reconocidos como seres humanos a pesar de que la biología indica que son seres humanos únicos y vivos desde el momento de la concepción y son víctimas de muertes brutales y violentas en abortos.
La Iglesia Católica sigue siendo muy clara y severa en su condena a este monstruoso y diabólico crimen, las mujeres que lo practican y quienes colaboran con ellas quedan excomulgados, no con la intención de un castigo eterno, sino para que puedan percatarse de la gravedad de un acto tan abominable, se arrepientan y busquen la reconciliación con Dios y con la Iglesia.
Nada justifica matar a un inocente indefenso en el seno de su madre, no existe el derecho a matar usando la falacia como argumento de que la mujer es dueña de su cuerpo. En realidad, nadie es dueño de su cuerpo, solo Dios es dueño de nuestras personas, además que el pequeño que se gesta en el vientre de su madre es una persona diferente al cuerpo de su madre y por lo mismo no se puede disponer de su vida y eliminarlo.
En la práctica del sacramento de la confesión queda claro que Dios puede perdonar hasta los crímenes más horribles, pero la mujer que aborta, casi nunca se perdona así misma, vive con un eterno complejo de culpa que la lleva a vivir en la tristeza, la depresión y a veces hasta la desesperación. Quienes promueven el aborto están claramente movidos por Satanás, el mentiroso y homicida desde siempre —como lo llamó Jesús—, y es justo con mentiras como estas promotoras llevan a asesinar a las madres a sus propios hijos.