Columnas
«¿Y para qué leer? ¿Y para qué escribir? Después de leer cien, mil, diez mil libros en la vida, ¿Qué se ha leído? Nada. Decir, yo solo sé que no he leído nada, después de leer miles de libros, no es un acto de fingida modestia: es rigurosamente exacto, hasta la primer decimal de cero por ciento. Pero, ¿no es quizás, eso, exactamente, socráticamente, lo que los muchos libros deberían enseñarnos? Ser ignorantes a sabiendas, con plena aceptación. Dejar de ser simplemente ignorantes, para llegar a ser ignorantes inteligentes».
Las líneas con las que he iniciado, son del gran escritor Gabriel Zaid y que se convierten en el preámbulo del libro Qué leen los que no leen de Juan Domingo Argüelles, texto en el que defiende el derecho a no leer, por lo menos no lo que muchos quisiéramos que leyeran, pero que al final del día si leen, quizás las portadas de los periódicos o revistas de moda, de espectáculos que se encuentran, pero leen.
Zaid y Argüelles vinieron inevitablemente a mi mente, cuando hace unos días leí que el secretario de Educación Pública, Mario Delgado Carrillo expresó que “La lectura es una revolución. La lectura es un viaje inesperado, la lectura es ponerse en los zapatos, en la mente de los autores de los libros y viajar con ellos”, esto en el marco del primer Maratón por la Lectura que es parte de la nueva etapa de la Estrategia Nacional de Lectura (ENL) 2024-2030.
Delgado Carrillo, inició este ejercicio en una secundaria técnica con lecturas de José Vasconcelos, Francisco I. Madero y con “El derecho de rebelión” de Ricardo Flores Magón, e invitó a la comunidad educativa a compartir con el #LecturasRevolucionarias, compartieran en redes sociales algún texto que hable sobre el movimiento revolucionario.
Esto no está mal, sin embargo, si echamos un vistazo a lo que el Inegi a través del Módulo sobre Lectura (Molec) 2024, dio a conocer que el porcentaje de población lectora en el país disminuyó 14.6 puntos porcentuales entre 2015 y 2024, debemos entender lo que Argüelles plantea, al sugerir que la lectura debería ser una elección libre y no una obligación moral o cultural.
Retomo esto, porque me pongo a pensar cuando fui estudiante de secundaria y también en los estudiantes de hoy, y me pregunto si una lectura sobre el movimiento revolucionario, me engancharía para seguir leyendo otros libros, osolamente lo haría para cumplir con la tarea.
Quizá haya una gran mayoría que se quede en la segunda opción, por lo que hay que buscar los mecanismos para hacer del acto de leer algo que se disfrute, que dé placer, para que “el viajar con los libros”, realmente sea una experiencia insuperable.
Por eso Argüelles defiende la idea de que leer no debe limitarse a los clásicos o a lo que se considera “alta cultura”, sino que todas las formas de lectura —incluyendo revistas, cómics y contenido digital— tienen un valor significativo en la vida de las personas.
Sin poner temas en específico y basándonos en que la Nueva Escuela Mexicana coloca a las y los alumnos en el centro del proceso educativo y da la libertad de adaptar los contenidos y metodologías a sus necesidades e intereses, la Estrategia Nacional de Lectura debería impulsar primero que lean lo que les guste y que lo discutan en clase, para que poco a poco se vayan encaminando hacia otros textos, que provoquen en ellos lo que Gabriel Zaid dice “la lectura, la buena lectura deriva siempre en hacer cosas, en realizar actos: en modificar el mundo”, esa realmente sería una gran revolución de las conciencias.
ROSALIA ZEFERINO SALGADO
Dra. en Educación y
Asesora en Comunicación Estratégica
e Imagen Pública