Columnas
Para los clubes grandes de futbol lo más importante es respaldar su prestigio con campeonatos ya que entre más afición tienen la presión por cumplir con las expectativas es mayor, pero en ocasiones la obtención de un trofeo de liga no necesariamente es algo positivo por más absurdo que esto parezca. Este es el caso de Cruz Azul que este fin de semana sufrió la peor humillación en su historia (y esto ya es decir mucho) al caer 7-0 ante su archirrival “las águilas” del América, este marcador es el más abultado en la historia del clásico joven pero aquí el problema no es tanto la histórica goleada, el verdadero problema es que la maquina hace poco obtuvo un campeonato de liga después de una sequía de casi 20 años con una plantilla que sin problemas pudo llegar a marcar época en el futbol mexicano. El error deportivo recae en malas decisiones de los hombres de pantalones largos cuando decidieron desmantelar al tren bala que habían construido para en su lugar traernos un destartalado tren de carbón. Todo comenzó con la venta de Cabecita Rodríguez (hoy jugador del América) a medio oriente luego la salida de Roberto Alvarado a Chivas fue una dura perdida, la decisión de emigrar a Europa de Orbelin Pineda fue inevitable y por último la salida en este mercado de pases de Santi Giménez al Feyenoord de la Eredivisie fue el último clavo en el proyecto deportivo que realizó la hazaña de obtener la novena liga para los de la noria.
Aunque a mi parecer desde la salida de Álvaro Dávila como presidente ejecutivo de Cruz Azul las esperanzas de tener un equipo competitivo están muertas.