El presente gobierno ha insultado a muchos de los sectores más dignos y productivos del país por anteponer un discurso anticorrupción. La corrupción, entendida como una degeneración de la vida pública al convertirla en privada, es decir, patrimonializar el estipendio común, efectivamente es uno de los muchos males que deben de exterminarse de la vida pública. Nadie en su sano juicio sería partidario de mantener semejante escoria.
Los mecanismos de combate a la corrupción pueden ser muchos, pero ninguno de ellos puede fundarse en el estigma público a un sector de la población simplemente por ostentar una serie de bienes profesionales, económicos o sociales, según lo señale con su dedo flamígero el presidente de la República. Nadie puede ser acusado sin una prueba, y el grado académico no es señal más que de mérito, de trabajo, de profesionalismo. El presidente ha calumniado a universitarios para satisfacer las ansias de un público que pide culpables.
Los médicos, como parte de ese sector ilustrado, de universitarios comprometidos, nutrido de méritos, de beneficios innegables hacia una población que les debemos tanto, no pueden ser tratados de la manera en que el presidente lo ha hecho. El recorte de las becas a los residentes; el recorte a la compra de medicamentos y el desastre en la gestión de su adquisición que han desangrado al sistema de salud; el despedir a directores de los prestigiosos institutos de salud se traducen en la muerte, el dolor y la pauperización de las condiciones de vida de los ciudadanos. La indolencia ante las muertes de niños de cáncer; de mujeres con cáncer de mama o cervicouterino; de personas con VIH, ya son estigmas de los que nunca se podrá librar el presidente y que habrán de costarle electoralmente.
El lenguaje burlón del gobernante hoy choca con una consecuencia propia de los que no ponderan sus palabras a la hora de dirigirse hacia sus conciudadanos: la violencia. La comunidad médica nacional está indignada con el presidente que no ha parado de insultarlos; está indignada con el coro de apologetas cínicos que defienden las posturas presidenciales con la lealtad fanática de los depredadores de la NKVD soviética, cazando a opositores al régimen solamente por señalamientos o sospechas del tirano en turno.
Los médicos son un orgullo y un patrimonio nacional que justamente ayer, jueves 5 de marzo salió a marchar en la ciudad de Puebla para exigir respeto a su profesión, visibilizando el desgraciado asesinato de tres estudiantes y un conductor de aplicación, ultimados por un grupo criminal. Recordemos que precisamente los universitarios, con toda su dignidad, encabezaron los movimientos estudiantiles que derrumbaron los regímenes durante los años sesentas. Los desestimaron, como hoy día el presidente nos desestima. No cometan el mismo error.