En las elecciones del 6 de junio está a prueba el INE. Aunque haya voces que aseguran que se coloca en el debate la continuidad de un proyecto o su ruptura o de la existencia de una oposición real, lo cierto es que el INE tiene mucho trabajo y sus consejeros deberán estar muy concentrados en su trabajo desde ahora y no defendiendo su postura personal sobre la interpretación de la democracia. La democracia no se interpreta se practica.
El INE empezó siendo parte de la estructura de gobierno, evoluciona y la mitad de la responsabilidad de las elecciones recae en la población, pero de ahí a que la tarea total sea encomienda ciudadana, todavía falta mucho.
Pareciera que el tiempo se detuvo y el estancamiento del proceso de responsabilidad ciudadana se volvió rezago. Sólo la parte visible del proceso electoral está en manos de la sociedad, el lado oculto está en manos de quienes cobran en el INE, esto causa paralización de la democracia, la cual entra en estado catatónico, en nombre de una ciudadanización que se quedó en el camino.
Ante los reiterados anuncios del presidente consejero acerca de que no puede haber fraude electoral, la realidad es que el lado oscuro del conteo de votos se ubica en un hoyo negro, donde sólo una élite tiene acceso y puede manipular datos sin que nadie pueda advertirlo o comprobarlo.
El trabajo práctico, como la recolección de votos, las evidencias en actas, la vigilancia de las urnas, la certificación en las casillas, etc. está en manos de la población, de ahí en adelante hay un oscuro túnel carente de transparencia sobre el destino de la voluntad popular. Ni siquiera hay observadores para quienes manejan las computadoras o pueden injertar algoritmos en puntos clave que alteren el proceso. Se crea una actividad de la que nadie es testigo, a pesar de la afirmación de que el INE se ciudadaniza y de la obsesiva difusión de que no puede haber fraude.
Una vez que los votos entran al sistema de nada sirve tanta capacitación a la gente si puede hacerse del resultado un ganador a modo. Tanta alharaca sobre la responsabilidad de la población en los comicios pareciera la víspera de una tomadura de pelo impune.
El paso siguiente se convierte en el telón final de la participación ciudadana, hasta ahí llegaron los ojos de la sociedad; es como si el público cerrará los ojos cuando el mago saca un conejo de su chistera.
Las próximas elecciones deben ser transparentes en el INE, de otra manera, las dudas, por mínimas que sean, se convertirán en un argumento sólido para transformar ese elefante blanco en más popular, más actual y, sobre todo, que los avances en materia electoral sean claros para todos los mexicanos.