Pedro Arturo Aguirre
El concepto “genocidio” ha sido objeto de grandes polémicas. Fue acuñado por el jurista polaco Raphael Lemkin, quien los definió como en la destrucción de grupos con algún tipo de rasgo cultural, religioso o étnico común, pero no estableció límites claros para los actos que constituían “genocidio”, lo cual generó conflictos y actitudes como la del gobierno turco al negar el tratamiento a la minoría armenia como genocidio durante la I Guerra Mundial. Las dudas fueron superadas por la ONU en 1948 con la firma de firma la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, al definirlo como las acciones y omisiones enfocadas no solo a la eliminación física de determinados grupos, sino también a causarles daño físico o mental grave, infligirles condiciones de vida calculadas para provocar su destrucción total o parcial e imponerles medidas destinadas a prevenir nacimientos.
Sigue habiendo un fuerte debate a nivel académico sobre si la definición actual debe ser modificada, pero en el sentido de ampliarla, no de reducirla. Hay quienes hablan de “genocidio económico, cultural y político”. Pero más allá de las polémicas, la situación prevaleciente en la región china de Sinkiang califica como genocidio de acuerdo a la legislación internacional vigente. La semana pasada El Newlines Institute for Strategy and Policy publicó un documento en el que destaca la "responsabilidad de China de cometer genocidio" en su trato a los uigures en la región de Xinjiang. Y afirma "La intención de destruir a los uigures como grupo se deriva de una prueba objetiva, que consiste en una política y práctica estatal integral que el presidente Xi Jinping, la máxima autoridad en China, puso en marcha". En efecto, en 2014, el presidente chino lanzó una “guerra popular contra el terrorismo en Xinjiang” en las áreas donde los uigures constituyen casi el 90% de la población. Los funcionarios chinos de alto rango llevaron a cabo las órdenes de “detener a todos los que deberían ser detenidos, limpiarlos completamente, destruirlos de la raíz a la rama y romper su linaje, raíces, conexiones y orígenes”. Las autoridades chinas procedieron a crear campos de internamiento para “reeducar” a la minoría uigur e iniciaron un cruel programa de esterilización masiva.
La situación sobre los uigures en la provincia de Xinjiang ha sido motivo de tensiones diplomáticas entre China y algunas naciones occidentales. Beijing se defiende calificando las acusaciones en su contra como "completamente absurdas" y revira a Occidente recordándole los genocidios de los nativos norteamericanos, los esclavos africanos, los judíos en el siglo XX y los aborígenes australianos. Pero los exabruptos retóricos no ocultan la forma como China aspira a ser la gran potencia del siglo XXI mientras perpetra un inicuo genocidio dentro de su propio territorio.