Columnas
Como respuesta a la demanda social, a través del mandato popular que delegó el pueblo de México en las urnas, la fracción parlamentaria de Morena, que ha sabido capitalizar su fuerza numérica con responsabilidad, ha entendido perfectamente ese compromiso social que, sobra decir, radica en los cambios constitucionales que, a juicio de la inmensa mayoría que votamos por la continuidad, constituyen la construcción del segundo piso de la cuarta transformación y, a su vez, son la punta de lanza para profundizar la democracia, el desarrollo y el bienestar. Esto, sabemos, comenzó a construirse luego de que la nueva legislatura tomara protesta desde San Lázaro. De ese tiempo para acá, hay un tramo sustancial de iniciativas que han sido avaladas; son al menos siete decretos de ajustes a la carta manga que, en definitiva, son solo el principio del giro preponderante a favor del territorio nacional.
Entre ellos, por supuesto, se concretó uno de los temas más prioritarios de la agenda lopezobradorista. Me refiero al proyecto del poder judicial que, a grandes rasgos, ha generado un clima de tensiones de parte de los ministros de la suprema corte de justicia de la nación, especialmente con los anteproyectos que presentaron que, en realidad, son recursos, además de confusos, instrumentos claros de intromisión a la autonomía del poder constituyente. Lo llamamos así, pues el ministro González Alcántara Carrancá, hasta donde se sabe, intenta invalidar parcialmente la reforma al poder judicial, cuya base jurídica viene plasmada en el diario oficial de la federación. Ello explica la reacción de la fracción parlamentaria de Morena, al igual que los protagonistas del proceso de transformación.
El mismo Ricardo Monreal, líder y estratega de San Lázaro, ha salido a defender, fiel a su estilo, la autonomía del poder reformador. Él, en efecto, ha dicho que no acatará ninguna medida que tome la Suprema Corte de Justicia con relación a las modificaciones ya oficializadas en la carta magna. Motivos como ese son suficientes, sobre todo para fijar una posición clara de la defensa irrestricta a la democracia y al constituyente, pues el zacatecano, en parte, trabajó el proyecto de inimpugnabilidad de adiciones o reformas a la constitución que, para estas horas, ya estará aprobada en mayoría calificada. La existencia de un ajuste como ese, además de blindar la capacidad de tomar decisiones de los legisladores, es una respuesta contundente a la embestida que ha ido empleando el conservadurismo.
Para ello, nada mejor que la organización y planeación política del movimiento que ahora encabeza la presidenta de México, Claudia Sheinbaum. Dado ese compromiso, y como un aliado incondicional de la transformación, Ricardo Monreal, pieza crucial de las reformas constitucionales, trabaja, concretamente, en generar condiciones propicias para que nada ni nadie pueda pasar por encima de la autonomía del constituyente. Debido a ello, ha sabido conducir, con experiencia, la encomienda que carga bajo sus hombros. La clave de esa eficiencia, que radica en los años de sapiencia que ha ido acumulando Monreal, es parte sustancial medular de la madurez— si vemos las cosas desde un plano objetivo— del mejor operador político que hay en México.
Desde luego, detrás de esa operación eficiente radica un equipo político que, a tambor batiente, trabaja paralelamente el cabildeo con la fracción parlamentaria de Morena. Uno de los hombres claves, en definitiva, es el diputado Fernando Castro Trenti. Él, con precisión, se ha convertido en uno de los perfiles más cercanos a Ricardo Monreal. Y como hombre de todas las confianzas del zacatecano, especialmente por el entendimiento y la afinidad, tiene en sus manos quehaceres específicos que, por supuesto, influyen positivamente. En Trenti, por ejemplo, ha recaído la responsabilidad de defender los temas desde la tribuna, pues él, recordemos, es uno de los cuadros de mayor experiencia en el congreso federal. Eso, por un lado, le ha permitido al grupo parlamentario del partido guinda elevar el nivel y, de paso, coadyuvar en la coordinación de un número sustancial de legisladores que integran la coalición Seguimos Haciendo Historia.
Tanto Ricardo Monreal, como Fernando Castro Trenti, son piezas cruciales en la columna vertebral de San Lázaro. Son perfiles muy fuertes en el legislativo federal. Para estas horas, de hecho, estamos hablando de que se consumará, por así decirlo, una de las reformas constitucionales de mayor importancia de los últimos años. Hablo del decreto de inimpugnabilidad de adiciones o reformas a la constitución, o sea, el mecanismo para que nada ni nadie pueda pasar por encima de las decisiones del constituyente. Siendo así, el país, con este avance a la democracia, fortaleció su soberanía y, desde luego, la división de poderes. Si hay algo que caracteriza al movimiento que ahora encabeza Claudia Sheinbaum, es una lucha constante por la transformación a favor del pueblo de México. Contribuyendo a esa causa, evidentemente, Ricardo Monreal es una pieza relevante del engranaje, lo mismo que Castro Trenti, legislador por Baja California. A él, por cierto, hay que seguirlo muy de cerca, pues la carrera por las elecciones intermedias, con esa velocidad con que se anticipan, comienza a esbozar nombres que se asoman al escenario de la transición por la gubernatura.