“El feminismo es la idea radical de que las mujeres somos personas”, Ángela David.
Vivimos en una realidad nacional tan compleja y delimitada por la era de la información y la digitalización, que cualquier suceso por relevante que sea está condenado al olvido. En esta era los tópicos sobreviven en lo mediático en tanto surge uno nuevo que lo supere en estridencia o bien se sostienen con un mínimo de tiempo por el morbo que tristemente le concede la visualización viral.
Son tiempos donde la fijación de la agenda pública y sus prioridades recaen en el entretenimiento, en la presunción de “otros datos” y en las vísceras de las redes sociales; en tanto que la violencia, la inseguridad y la violación a la privacidad se vuelven cada vez más cotidianas: más agudas, más cercanas.
Afortunadamente, en la agenda mundial se visualiza una revolución de tal magnitud que sería imposible “distraernos” de ello. Es un movimiento que se propone cambiar el régimen mundial instaurado por hábitos patriarcales. El feminismo avanza; adhiere lenguas, culturas, regiones, países, continentes y millones de personas que exigen un rediseño en lo social, lo económico y lo político.
Uno de los momentos más representativos de este movimiento se dio en noviembre de 2019, en Chile; justo ahí, al canto de “… el patriarcado es un juez que nos juzga por nacer, y nuestro castigo es la violencia que ya ves. Es feminicidio. Impunidad para mi asesino. Es la desaparición. Es la violación. Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía… El Estado opresor es un macho violador…”; inició un himno de lucha que fue reproducido por las mujeres de América Latina, y minutos más tardes, por el mundo entero que demanda acabar con la violencia pandémica que viven cotidianamente las mujeres hasta la gravedad del feminicidio.
Penosamente, con las muertas de Juárez y cientos de casos sin resolver, México aportó al mundo el concepto de feminicidio. No hablar de ello, no discutirlo, no denunciarlo, no romper el cerco “mañanero”, no hacer nada, es sencillamente imperdonable, pues casi siempre después de la negación, sobreviene el ocultamiento.
De acuerdo con las estadísticas del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, la violencia contra las mujeres se ha incrementado en los últimos cinco años a niveles de 11 feminicidios diarios, más aún, se ha extendido a menores de edad. Y, sin embargo, institucionalmente sigue invisibilizado.
Así, tan solo por mencionar un problema actual, pienso que la crisis que vive hoy nuestra máxima casa de estudios (UNAM) es el resultado de que muy a pesar de que sus autoridades conocen de fondo el problema que se vive en sus aulas y espacios de convivencia; lo han difuminado siendo omisos e incapaces de tomar decisiones para depurar su plantilla laboral. Y, en consecuencia, en los campus universitarios persiste un entorno hostil contra la mujer donde contrario a lo que se dice, no ha disminuido el acoso, la violencia, el abuso o la extorsión sexual.
Los otros datos dictan “no se me distraiga”: el Melate, las rifas y la lotería son juegos de azar… la violencia, una suerte que podemos cambiar siempre y cuando se visibilice.
AL SUR…
Hay un descuido en la frontera, donde el trato a migrantes pasó de contención a represivo. Ahí se confunde la política migratoria y la naturaleza del Instituto Nacional de Migración con una política de concesión a Trump.
Colaborador de Integridad Ciudadana A.C. @Integridad_AC @VJ1204