Hola. ¿Cómo estás? ¿Si te acuerdas de mi, verdad? ¿No? Uy. Que sangrón. Que feo. Que mala onda. "Ya se te subió el cargo".
Estas son algunas expresiones que he tenido que escuchar muy frecuentemente, como resultado de una afectación o divergencia del funcionamiento de mi cerebro autista, que dificulta el reconocimiento facial.
No se trata de un descuido, falta de interés, o de un simple "olvido”. La prosopagnosia es el resultado de un funcionamiento atípico del cerebro, que tiene como consecuencia la incapacidad de reconocer el rostro de otras personas, e incluso, en ocasiones, también el propio.
En mi caso, se trata de una comorbilidad (o condición derivada de un padecimiento principal) que es el Transtorno del Espectro Autista (TEA), aunque esta situación se llega a presentar también en otras formas de neurodivergencia.
Para quienes presentamos esta afección, resulta confuso y problemático tratar con personas que, fuera del ámbito familiar o del círculo cercano, esperan ser identificadas o reconocidas. No es sencillo hacerle saber a los demás que el no poder identificarlos no se debe a que se les asigne un papel poco importante o se tenga una desatención o falta de interés, sino a la imposibilidad de reconocimiento facial derivada de una neurodivergencia. En general, creo que las personas no deberían tomarse como algo personal el hecho de no ser fácilmente reconocidos.
En algunos casos, una vez que la persona con este padecimiento se ha familiarizado con otras personas, sobre todo a lo largo del tiempo, el reconocimiento facial se vuelve posible (esto depende del tipo de prosopagnosia que se padezca).
Usualmente, mientras eso sucede, suele ser útil o necesario establecer ciertas estrategias de reconocimiento de otras personas que pueden ir desde el poner "marcadores" distintivos como el color o corte de cabello, la barba o el tipo de anteojos (aunque en esos casos, cualquier cambio o variación podría generar confusión) o el reconocimiento mediante la voz, o algunas otras características distintas a la imagen facial (tipo de vestimenta, accesorios, etc.).
En estos casos, resulta muy útil la comprensión y tolerancia de otras personas. En lugar de querer forzar un reconocimiento automático, que refuerce la importancia de la propia imagen, las personas podrían simplemente presentarse con alguien, sin tener la necesidad de ser identificados, o incluso sentirse decepcionados por la falta de reconocimiento facial.
Cuando era más joven, solía creer que este problema para reconocer o identificar los rostros de otras personas, era algo común, razón por la que acostumbré a presentarme con nombre, apellido y alguna referencia incluso ante personas que se supondría ya deberían identificarme.
Flor de Loto: La "agnosia de rostros", o prosopagnosia, constituye un problema evidente para la socialización, ya que en general, las personas esperan ser reconocidas o identificadas por los demás.