Redistritación y pulcritud electoral

Luego de la redistritación de 1996, utilizada en las tres elecciones federales subsecuentes, el IFE dio a conocer en 2004 un diagnóstico en el que un tercio de los 300 distritos rebasaban el rango de tolerancia aceptada; mostraban más de 15% de desviación con respecto a la meta establecida. En solo 8 años, los movimientos poblaciones le habían cambiado el rostro a geografía electoral mexicana.

Antes de continuar, quiero comentarle cómo se hace este procedimiento en otros países. Empecemos por los Estados Unidos. Como señalé el jueves pasado, en el vecino país, por regla general, las actualizaciones de límites territoriales de los distritos las aprueban los propios interesados: los congresos de los estados.

Esto implica que el grupo parlamentario mayoritario en cada cámara local sea el que determine el resultado final; infortunadamente, haciendo prevalecer criterios políticos por encima de los técnicos. Gestionar así la redistritación ha llevado al país de Biden a contar con distritos electorales con diseños abigarrados, algunos con contornos que semejan la letra W, Z, C y hasta la E.

El exceso ha recibido en inglés la denominación de “Gerrymandering”, que es una combinación del apellido de un Gobernador de Massachusetts, Elbridge Gerry, y del término salamandra en inglés, salamander. En 1812, Gerry promulgó una ley que reconfiguró los límites de los distritos electorales del Estado. Uno del área de Boston resultó con una silueta que se asemejaba a un reptil con grandes garras y larga cola, todo con la idea de beneficiar artificialmente a los candidatos futuros de su partido. El diario Boston Gazzete acuñó el término en su ejemplar del 26 de marzo de ese año para denunciar la argucia. La denominación sigue vigente hoy en día.

Para tranquilidad nuestra, el asunto en México es muy distinto. Es la autoridad electoral nacional la que, en un conjunto de actos que van desde el Consejo General hasta el Registro Federal de Electores y de regreso, pasando por la Comisión Nacional de Vigilancia, diseña, ejecuta y aprueba la nueva geografía electoral para efectos de las elecciones federales.

Por su parte, los partidos políticos nacionales siempre acompañan el procedimiento. Aunque no votan en el Consejo General, si lo hacen en la Comisión Nacional de Vigilancia en la que además son mayoría. En ambos órganos son escuchados y considerados a lo largo de estos trabajos y cuentan, además, con el derecho de acudir al Tribunal Electoral si desean oponerse a una decisión del INE que consideren les causa agravio.

En esta densa red institucional y normativa hay que resaltar un comité técnico designado por el Consejo General, integrado generalmente por científicos del más alto nivel académico y pericial en actuaría, demografía, geografía, matemáticas, identidad cultural, derechos indígenas, etc. Generalmente, claro… El jueves le contaré más.