Columnas
Recientemente se ha acuñado el concepto de “responsabilidad afectiva” para referirnos a una serie de comportamientos que se consideran deseables en una relación de pareja.
La responsabilidad afectiva involucra el apoyo y consideraciones recíprocas en la pareja, el establecimiento de condiciones simétricas en lo económico, cargas del hogar, tareas conjuntas (por eso se llama “pareja”) pero también involucra, de manera muy sensible, la responsabilidad sexual.
En una sociedad hedonista, mercantilista, (como las que ha construído la cultura occidental y se ha difundido a través de la globalización,) hemos convertido al sexo y la sexualidad en mercancías.
Un acto tan normal de la naturaleza humana, el sexo, ha sido distorsionado, degradado y alienado, para convertirlo en una moneda de cambio.
A partir del acto sexual y sus distintas posibilidades, se construye la sexualidad: nuestro comportamiento frente al sexo (que no solo pasa por la respetable preferencia de cada persona.)
Aunque no suele expresarse, en este tipo de sociedades, la relación sexual que ofrece la mujer, tiene “mayor valor,” ya que existe un proceso histórico-patriarcal de cosificación de las mujeres, que promueve y genera no solo el intercambio de sexo por dinero (mediante la prostitución expresa o tácita) sino también, el intercambio de favores, o la consecución de metas a cambio de sexo.
Obtener sexo a través de mentiras, engañar, “endulzar el oído” para lograr el acceso carnal, el mero placer físico como cualquier animal no racional; cometer infidelidad estando dentro de una relación monógama, permitirse obtener gratificación en la depravación, la cosificación, la humillación, o el uso del cuerpo como una simple máquina de placer sexual, sostener relaciones sexuales con personas promiscuas, son algunos ejemplos de la falta de responsabilidad sexual con que se conducen muchas personas.
“El sexo vende” es una frase que refleja la importancia y el valor de uso que se le da a esta práctica propia de la naturaleza humana. Si, el sexo vende, pero no todo lo vende en dinero. ¿Qué estámos dispuestos a “dar” o incluso a arriesgar o perder, a cambio de unos cuantos minutos de gratificación sexual?
Construir una sexualidad responsable ayudaría a desmantelar el enorme mercado global de compra y venta de sexo a cambio de dinero o a cambio de cualquier otro tipo de gratificación indebida (o inmoral). La industria de la pornografía, el tráfico sexual, la pedofilia, la infidelidad, el embarazo adolescente, o el aborto, son algunas de las posibles consecuencias de la falta de responsabilidad sexual . Lejos de andarnos preocupando por las preferencias sexuales de las personas, el verdadero problema radica en la falta de responsabilidad sexual.
Flor de Loto: Básicamente, la falta de responsabilidad sexual consiste en hacernos daño a nosotros mismos, a nuestras parejas sexuales, o a terceros, con la práctica de nuestras conductas sexuales.