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No hay plazo que no se cumpla. El pasado martes protestó para asumir la presidencia de la República Claudia Sheinbaum Pardo, dejando claro —y cito textualmente—: “Gobernaré para todos y para todas, y tengan la certeza de que pondré mi conocimiento, mi fuerza, mi historia y mi vida misma al servicio del pueblo y de la patria”. Esto suena alentador, principalmente para todos aquellos que no votaron por ella, ya que es exactamente lo que cualquier ciudadano desea escuchar de un mandatario.
Sheinbaum Pardo asume la presidencia de la República en medio de la turbulencia ocasionada por su antecesor y la actual legislatura; consciente de que existen grandes presiones sobre la economía del país por diversos factores que van desde la seguridad hasta las relaciones internacionales; las cuales no están del todo bien, por lo que sus acciones y su discurso dentro de la agenda diaria en los días subsecuentes deben de ser congruentes con un plan de nación que genere confianza y certidumbre tanto a los mercados como a la población en general. Ya se han vivido cambios de sexenios donde la incertidumbre ha provocado crisis de todo tipo; no olvidemos el famoso error de 1994.
La presidenta no solo debe representar a la primera mujer que toma las riendas del país como mandataria del pueblo mexicano, sino que debe ser una gobernante y estadista con visión que prevea y establezca las necesidades de atención a corto y mediano plazo, como es la pacificación de gran parte del territorio, así como el establecimiento de la reingeniería del poder judicial, en acompañamiento y colaboración con los integrantes del mismo.
Ella e independientemente de cualquier pensamiento ideológico; también debe visualizar las oportunidades que presentan fenómenos económicos como el nearshoring, sin dejar escapar las inversiones, como la que se detuvo la semana pasada en el estado de Coahuila.
Como estadista, la presidenta debe tomar decisiones bien fundamentadas en realidades y no solo en caprichos ideológicos, que solo arruinan al pueblo de forma generalizada, como se puede observar hoy en día, en función de la evolución del salario promedio de los mexicanos, quienes han sufrido un empobrecimiento. El ingreso promedio anual pasó de 62.35 salarios mínimos mensuales, que equivalían en 2018 a $167,502.00 mn, a $220,908.00 mn en 2023, lo que representa tan solo 35.03 salarios mínimos al año. Esto significa que, aunque aparentemente se está ingresando más, la triste realidad es que el ingreso real es mucho menor.
Por lo tanto, es fundamental establecer y diseñar un sistema que permita el crecimiento de la clase media a través de políticas públicas eficaces.
Sheinbaum tendrá que escuchar a los representantes de las minorías, que no son oposición per se, sino que tienen otra visión tan válida como la que ella representa, y las cuales deben integrarse para el desarrollo tan anhelado por generaciones.
Javier Agustín Contreras Rosales. Colaborador de Integridad Ciudadana AC, Contador Público, Maestro en Administración Pública @JavierAgustinCo @Integridad_AC