“Damas y caballeros, estos son mis principios. Si no les gustan, tengo otros”, es de las más célebres frases del ingenioso Julius Henry Marx (Nueva York, 2 de octubre de 1890 - Los Ángeles, 19 de agosto de 1977) mejor conocido como Groucho Marx. La expresión es una crítica a quienes renuncian a sus aparentes convicciones conforme a la dirección del viento.
Es válido dedicar una parte de la vida a adoptar creencias, cambiarlas o fortalecerlas. Se llega a la edad adulta con algunas que nos distinguen para siempre. Renunciar a ellas a conveniencia, es diferente.
En temas de Estado y Gobierno, es relevante que hombres y mujeres se especialicen, tracen una hoja de ruta en torno a alguna de las ramas en que se divide la administración para brindar sus capacidades y construir verdaderos baluartes en el diseño e implementación de política pública.
Decía Luis Spota en alguna de sus novelas incluidas en la serie “La costumbre del poder”, que existen quienes, con tal de vivir del presupuesto, lo mismo les da dirigir una orquesta sinfónica que ser procuradores de justica. No le faltaba razón.
La política -en tanto medio para alcanzar acuerdos de carácter ético en beneficio de una nación- es un tema de la mayor seriedad. Los hombres y mujeres de valores y principios, dedicados de tiempo completo a esta actividad por convicción, merecen reconocimiento y respeto, pues de ellos depende en gran medida el rumbo del país. Cuando la inmoralidad se apodera de ellos, sobreviene el desencanto y el rompimiento entre sociedad y gobierno.
Uno de los ejes más relevantes en el funcionamiento del Estado es el que tiene que ver con la seguridad. Prevenir, investigar y combatir delitos exige vocación y preparación. Quien sirve a los fines de la seguridad y procuración de justicia en modelos guiados por las mejores prácticas, lo hacen para toda la vida. Aún al final de su ciclo operativo, por razón de edad o motivos de salud, tienen la posibilidad de compartir experiencia y conocimiento.
En México, el proyecto de vida de quienes deciden incursionar en estas funciones del Estado, es absolutamente incierto. Razones hay varias. Desde la militarización de la función en el ámbito federal, hasta la debilidad presupuestal que prevalece en la inmensa mayoría de las policías municipales y estatales. De eso se ha hablado en demasía.
Sin embargo, existe otro aspecto que imposibilita consolidar instituciones y modelos: poner en manos de quienes ven en la seguridad y procuración de justicia una aventura en su carrera política.
Distinto es tener habilidades políticas y servir a las causas de la procuración de justicia y la seguridad, que asumir que pueden ser éstas empleadas como trampolín político para una posición en cualquier otro ámbito del quehacer público.
Quien posee talento político y se brinda de tiempo completo a la seguridad y la procuración de justicia, construye y supervisa procesos, motiva, procura mejorar las condiciones del personal e interactúa con el entorno, es un servidor público que puede servir a otras causas vinculadas con su pasión primigenia de proteger y servir.
Por el contrario, quienes ven en dichas posiciones una plataforma personal, son un lastre para los fines de misión tan relevante. Abandonar instituciones y procesos en materia de seguridad y procuración de justicia tras breve estancia, para aparecer en una boleta electoral, debiera prohibirse y es deseable que el Poder Legislativo tome nota al respecto.
No hacerlo, hará que cada determinado tiempo se tome protesta en distintos cargos a poseedores de convicciones volátiles, como reza la máxima de Groucho Marx.