Luis Monteagudo
Infraestructura se refiere al conjunto de elementos que contribuyen a la reproducción del capital, es decir, a generar riqueza: materias primas, maquinaria, mercancía… e incluso, las personas que con su trabajo contribuyen a todo el proceso de manufactura indispensable para que finalmente salgan al mercado, con un costo capaz de mantener el funcionamiento de un sistema que no puede verse limitado por cuestión alguna.
La noción marxista de infraestructura, con el paso del tiempo, ya no queda exclusivamente limitada al proceso industrial, incorpora el conjunto de recursos físicos que permiten el desarrollo de una ciudad o de un país. La infraestructura de una urbe implica vialidades, alumbrado, transporte… en especial el metro, básico en la comprensión de una urbe que transporta cotidianamente a un ejército de trabajadores, que son el sostén de la vida económica de una sociedad, que debe velar por la transportación segura, a bajo costo, manteniendo el proceso laboral generador de riqueza social.
Una falla en el sistema, no es una simple pérdida en términos laborales, es un daño personal al ciudadano y a su entorno, pues al ser violentado en cuestiones primigenias como retrasos, aglomeraciones o el encarecimiento de precios, generando una presión que lastima la integridad física del personal que no puede ser abandonado ante una desventura que no queda en sus manos, y a la que sin embargo, se le castiga mediante descuentos a sus ya de por sí mermados salarios. Crueldad es dañar a un trabajador por las carencias de un sistema completo, que es la representación de la incompetencia del transporte.
El colmo de la infamia, es que conjunto al daño cotidiano que degenera la salud del trabajador, es que la inseguridad permee su entorno, y que la posibilidad de un accidente, lo termine por lastimar de manera irreversible, incluso, quitarle la vida, con lo que una familia se queda sin un soporte, y una sociedad, sin un ciudadano al que en vida maltrató condenándolo a la carestía permanente.
El accidente del metro capitalino, es la consagración de un hecho ya por todos conocido, tiene una historia a la que la corrupción, la insensibilidad y la demagogia más infame, pesan sobre cada vida de cada persona lacerada en un hecho que no debió de haber ocurrido.
Tiene nombres, y esos nombres se encuentran fijos en nuestra memoria, sumándose a una lista cada vez más infinita de torpezas que dañan la infraestructura nacional, restándonos no solamente competitividad en el mundo, sino lastimando a ciudadanos honestos, trabajadores y firmes que utilizan los recursos comunes para llegar a cenar a sus casas, tras una jornada que la noche del tres de mayo, para muchos no pudo verse coronada con el retorno al querido hogar. El pueblo está ofendido.