A los médicos cubanos se les extrae el noventa y cinco por ciento de su salario, por parte de aquel gobierno que los alquila al mejor postor, con fines de subsidiar una dictadura idealizada en el exterior. En Cuba, su propia sociedad pauperizada por el hambre y la enfermedad, mostró al mundo que la supuestamente justiciera revolución ni alimento, ni vacunas ofrecía a ese pueblo que supuestamente ostenta el mejor desarrollo clínico del continente. Aquellos que hemos visto un hospital cubano, en Cuba, sabemos que la propaganda comunista es lo único desarrollado que tienen.
El lucro con personas, cuyas familias son retenidas por la policía revolucionaria para evitar la fuga del médico, tiene el nombre de “trata”. Colaborar con la trata de personas, no solamente convierte en criminal al que la ofrece, sino al que está dispuesto a pagar por el servicio que en nada se distingue del comercio sexual, pues el comercio con el cuerpo médico cubano es una vergüenza a la que ningún gobierno, o persona alguna, tendría por qué pagar, pues la violencia ejercida contra los médicos se suma a su claro desfase formativo, donde la tecnología es fundamental a través del instrumental de última generación. La precariedad formativa de los galenos cubanos se hizo patente en México durante la pandemia, cuando evidenciaron su ignorancia con el instrumental.
Mal formados, mal comidos, robado su salario por su gobierno y extorsionados a través de las amenazas a su familia, hacen que la trata de médicos cubanos sea un hecho inmoral, que debería penalizarse desde la Corte Interamericana de Derechos Humanos como un grave delito semejante a la esclavitud, y un punto al que las izquierdas deberían, aún y con toda su hipocresía sobre el tema, negarse al menos en auspiciar, pues comerciar con seres humanos jamás ha sido justificado por los verdaderos defensores de la dignidad humana de la corriente ideológica que se quiera.
No tiene caso referirnos a la supuesta carencia de médicos en México, ni a la campaña de calumnias y los recortes presupuestales bien sabidos en contra de uno de los más heroicos y dignos gremios que los mexicanos tenemos, donde el desempleo es lo suficientemente alto como para creer en el mentado déficit, o la supuesta anuencia de las universidades y los estudiantes durante la pandemia. Mentiras.
En un gesto de civismo y respeto a la humanidad, para evitar la trata de médicos, hago un llamado a no ser cómplice del crimen. Si uno de aquellos seres humanos expoliados los tiene que atender, niéguese y exija la atención de un médico libre, no por la persona, sino por la esclavitud que lo obligó a llegar a México, en medio de una afrenta permanente hacia una comunidad que debemos defender.