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Un mundo bien educado es una necesidad macroeconómica

Un mundo bien educado es una necesidad macroeconómica

Entornos miércoles 11 de mayo de 2022 -

Por Jonathan Sifuentes

Antes que nada, quiero mandar un agradecimiento a todos los buenos maestros, comprometidos con la educación y héroes que van más allá del cumplimiento del deber, que han hecho todo lo posible por ser guías y ejemplos para sus alumnos. Una vez dicho esto, la educación escolarizada ya no funciona en este siglo.

Cuando estaba creciendo, leí Niño rico, niño listo, de Robert Kiyosaki, donde hace más de 20 años relataba lo diferente que ya era, y lo mucho más diferente que iba a ser el mundo en la Era de la Información con respecto a como había sido en La Era Industrial. Kiyosaki tenía y sigue teniendo toda la razón.

Hasta las ciencias más duras no pueden dejar de estar actualizadas. No hay nada más rígido, literalmente, que la ingeniería civil, y sin embargo, ahora se hacen pruebas de resistencia en simuladores, diseños de edificios en render, y la física de los materiales de construcción es completamente distinta antes de que pase una década. Si eso pasa en la ingeniería, imagínense en las otras carreras del mundo.

Porque aparte, el mundo está necesitando especialistas y profesionales en disciplinas que todavía ni siquiera tienen nombre. Los comunicólogos se han quedado atrás de lo que ahora es la cultura y la semiótica del meme. Las redes sociales han rebasado a todos los libros de comunicación existentes, y cada vez van más rápido.

El promedio de la gente tiene tiempo libre, pero no acceso a la educación escolarizada. Faltan espacios físicos; los espacios que hay, no están acondicionados para la educación moderna; los que lo están, tienen cupo limitado y hay falta de maestros para cubrir todas las plazas, o las plazas quedan muy lejos de los núcleos urbanos donde esa educación marcaría una diferencia. Si faltan espacios físicos, pero existe tiempo libre y existe una mayor cobertura de internet, entonces la solución debería ser obvia. Al menos, para mí, sí lo es.

Intentos de educar a través de la televisión ha habido siempre, desde la entrañable “Plaza Sésamo” hasta la a veces brillante y a veces aburrida telesecundaria, sin embargo, la creación de contenidos educativos de calidad para las redes sociales y las plataformas de streaming todavía no despegan como deben, a pesar de que las necesidades de la población escolar en el mundo, durante la pandemia, fueron el momento perfecto para echar toda la leña al fuego.

La educación ya no debe ser unitaria; ya no necesita ser presencial; ya no puede enfocarse únicamente en memorización y repetición. Y no estoy diciendo que ya no se necesiten maestros, AL CONTRARIO, se necesitan más que nunca, pero deben de dar un paso afuera del aula y adentro de las pantallas. El mundo ya es muy distinto.

El acceso universal a la educación ya no puede cumplirse en las aulas. Somos demasiados, demasiado diversos y estamos demasiado esparcidos. Las necesidades de dos, diez, treinta o cuarenta personas en un aula son demasiado diferentes como para que un mismo plan de estudios les sea útil a todos. El aprendizaje debe ser modular; las materias deben escogerse teniendo como base el perfil, las necesidades, las capacidades y los objetivos de cada alumno, claro, a partir de un área común básica obligatoria, pero incluso esa base común debe tener flexibilidades de horario, y distintas maneras de acreditarse.

La brecha entre quienes saben y quienes no saben; entre quienes pueden y quienes no pueden acceder a la educación formal, se está haciendo gigantesca, mientras que la brecha entre quienes verdaderamente aprovechan lo que aprendieron en la educación formal y los que van agarrando lo que pueden con todo y su título, se va desvaneciendo. El mundo actual requiere de actualización permanente, y de preferencia, pagada o al menos facilitada por la propia iniciativa privada.

En los Estados Unidos, la deuda de matrículas escolares representa un total de arriba del trillón de dólares, sin que la educación recibida sea una garantía real de autonomía económica. Las universidades tradicionales, centralizadas, obligan a sus alumnos a comprar costosos libros de texto que contienen básicamente la misma información que los libros de la edición anterior, solamente parafraseada, y una cantidad de contenido nuevo que a veces no llega a llenar ni un folleto de diez octavillas. Es un fraude, por decir lo menos.

Mientras, en México, hay poco menos de 5 millones de estudiantes en nivel superior (datos del 2019, los del 2020 en delante están incompletos por la pandemia y por todos los alumnos que pidieron licencia debido a ésta), repartidos en poco menos de 5,500 centros universitarios. Un tercio de ellos están cursando o Leyes o Contaduría. Simplemente, más de la mitad de ellos nunca encontrarán vacantes en el mundo laboral, porque licenciados sin especialidad, que es como se gradúan, hay por miles. La educación superior debe ser especializante desde el principio, o no servirá.

Sí, estoy diciendo que debemos crear generaciones de alumnos que sean responsables de su propia educación; que sepan el valor del tiempo y lo inviertan en sí mismos, en especializarse, en aumentar su capital cultural, en desarrollar sus habilidades propias armando su propia curricula, multidisciplinaria, única, completamente en concordancia con deseos, capacidades y áreas de interés.

Quiero una universidad abierta, no, de hecho no; quiero que cualquier persona tenga acceso a tomar la clase que quiera, en la universidad que quiera, de manera remota, y que las universidades tradicionales ya no sean el “centro” de la vida académica, sino las instituciones que evalúen y certifiquen el aprendizaje de alumnos libres, formados a su aire y completamente adaptados a su medio.

Quiero que cualquier trabajador que tenga una conexión a internet y diez horas disponibles a la semana pueda capacitarse para mejorar en su trabajo, o para cambiar de trabajo, desde la comodidad de su casa, por una cuota perfectamente pagable, apenas más cara que Netflix o cualquier plataforma similar.

Quiero que haya empresas educativas descentralizadas que capaciten a sus futuros empleados; que eduquen a sus futuros inversionistas en inteligencia financiera; que atiendan a sus usuarios en cualquier aprendizaje que necesiten, aunque sea tan nuevo que ni siquiera haya clases similares en las universidades tradicionales.

Quiero que las grandes figuras de las empresas, de los negocios, de la cultura y del arte puedan crear contenido y Master Classes que cualquiera pueda ver mediante una suscripción que cueste menos que un libro, y que se pueda certificar a través de una plataforma que sea reconocida por todo el mundo, o al menos por la mayor parte de él.

Quiero llevar las enseñanzas de mis mentores, como las de Mr. John Maxwell, a quien tengo el privilegio de conocer y de haberlo tenido como maestro, al alcance de toda persona que tenga el interés y haga el esfuerzo para llevarlo a cabo.

Esa es la educación que esta Era necesita; esa es la educación que va a funcionar; esa es la educación que le permitirá a cada persona mejorar su nivel de vida, y sólo será posible si hacemos que la gente valore lo que su tiempo vale, y lo mucho que puede aprender con unos cuantos cambios de hábitos, en su tiempo muerto, en su tiempo de ocio, en su deseo de superación y en la inversión que esté dispuesta a hacer en sí misma.

Y volviendo al título del artículo, si la educación no toma ese camino, la calidad de los empleos bajará; la mano de obra calificada escaseará; el capital cultural del mundo se reducirá; la calidad de vida de los trabajadores disminuirá, al igual que crecerá su precariedad económica y de salud.

Una economía que pueda crecer, desarrollarse, cumplirle a cada persona su merecida y bien ganada rebanada de prosperidad, sólo puede fundarse en la educación que estoy planteando. Sinceramente, sin ser el más grande experto en la materia, pero sí un autodidacta feroz y un firme creyente en la libertad y en la responsabilidad personal, esto es lo que creo y es mi visión de cómo cambiar al mundo para mejor.

Foto: Especial


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OR/CR

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