Una crisis silenciosa

Los cambios y las crisis pueden llevar a un país al progreso, pero la repetición del viejo esquema únicamente lo llevará hacia el mismo lugar, al fracaso.

Al analizar el contexto de la educación en México, comparado con otros países como Finlandia, Singapur y Corea del Sur, que tienen un alto nivel educativo, no sólo se puede observar que tenemos un sistema deficiente, sino que, además, vamos en retroceso y quedará un gran rezago educativo en el país tras la pandemia de Covid-19.

De acuerdo con la UNICEF, antes del inicio de la pandemia, tres de cada 10 adolescentes de 15 a 17 años de edad no asistían a la escuela; únicamente cuatro de cada 10 adolescentes en pobreza extrema continuaban estudiando después de la secundaria; y el bajo desempeño en la escuela puede llevar a niñas, niños y adolescentes a perder el interés y la motivación; por lo tanto, dejan de estudiar. Asimismo, madres y padres pueden carecer de motivación para impulsarlos a que acudan a la escuela si observan que no están aprendiendo lo suficiente.

A causa de la pandemia, se incrementó el número de estudiantes que no se inscribieron al ciclo escolar 2020-2021, 5.2 millones de estudiantes de entre 3 y 29 años, de acuerdo con el INEGI. Sin estudios y sin educación, incrementa la vulnerabilidad de los menores orillándolos a buscar otras alternativas.

Esto demuestra que el sistema educativo en México carece de muchas herramientas, y que no estabamos preparados para enfrentar una crisis como ésta, ningún país lo estaba, pero varios de ellos ya contaban con los elementos necesarios para poder llevar a cabo una educación a distancia de buena calidad.

Además, existe una gran falta de interés por parte de las autoridades, a quienes se podría llamar los grandes enemigos del sistema, y parecen indiferentes frente a lo único que podría cambiar el rumbo del país: la educación de las niñas, niños y jóvenes de México.

La educación en México es un sector que se encuentra completamente en crisis, así como todas las partes que lo integran, parece que cada quien se dirige hacia donde puede, con los mecanimos que tiene, cuando lo que hace falta es una estructura sólida que lleve al crecimiento personal y social de cada individuo, es decir, se podrían rediseñar los modelos de enseñanza, capacitar a los docentes, motivarlos, dar los recursos de trabajo necesarios a las zonas rurales, es desalentador que cuatro de cada 10 escuelas a nivel nacional no cuentan ni siquiera con agua potable y, ahora, planean que con el retorno a clases todo pueda regresar a la “normalidad”.

Nuestro sistema fallido no impidió que con el embate de la pandemia se pronunciaran las brechas que hasta ahora prevalecen.

Este problema no es actual, llevamos muchos años siguiendo los mismos patrones que sin cuestionarnos seguimos porque es la única ruta trazada, hace falta dejar de pensar como robots, dejar de creer que no hay ningún problema que solucionar, mismo que no está rindiendo frutos. ¿Por qué no destinar más recursos e invertir en este sector? ¿por qué no revolucionar la manera de enseñar? ¿por qué no capacitar a los docentes de una manera más humana y efectiva? ¿por qué muchos de ellos no cuentan ni siquiera con un título universitario? ¿por qué no implementar la innovación y la tecnología?

Darse cuenta de que más allá de estudiar historia, a pesar de que el conocimiento del pasado permite entender nuestro presente y de esta forma no volver a cometer los mismos errores, tomando lo bueno como fortaleza, hay un mundo que está evolucionando, y el liderazgo también es un elemento fundamental para el crecimiento de cada individuo en la sociedad; sin embargo, nuestro país se sigue quedando atrás.

La corrupción en la educación ahí está y siempre lo ha estado, es un esquema de poder, por eso es necesario erradicar con las fallas de un sector principal que ayudaría a construir grandes ciudadanos, que no sean manipulables y reducir las desigualdades, evitando arrastrar todo aquello que ha impedido a México ubicarse mejor.