Columnas
Levitsky y Ziblatt, autores del exitoso Cómo Mueren las Democracias, lo hicieron de nuevo. Publicaron hace unos días un extraordinario texto con el título de esta columna. Se trata de un nuevo análisis y una nueva propuesta, ambos sumamente interesantes, que obligan a reflexionar.
La pregunta inicial es relevante. ¿Porqué las amenazas a la democracia norteamericana están surgiendo ahora, en los albores del siglo XXI, si la Constitución tiene siglos vigente?
Se duelen de que su texto constitucional fue creado en una época predemocrática, de tal manera que permite a las minorías partidistas frustrar rutinariamente la voluntad de las mayorías e, inclusive, a veces, gobernarlas (pensemos en el oprobioso Colegio Electoral). Afirman con razón que las instituciones que empoderan a las minorías partidistas se pueden transformar en instrumentos del poder de éstas. Y que son especialmente peligrosas cuando caen en manos de minorías extremistas o antidemocráticas.
Me interesa por ahora destacar que siguiendo a Juan Linz, clasifican a las y los políticos en dos grandes categorías. La primera es la de demócratas leales y la segunda, la de demócratas semi leales.
Las y los demócratas leales se distinguen por tres actitudes principales: respetan a cabalidad los resultados de elecciones libres y justas, ganen o pierdan; rechazan y condenan sin ambigüedades la violencia o las amenazas de violencia como medios para lograr fines políticos; y siempre rompen tajantemente lazos públicos y privados con las fuerzas y grupos antidemocráticos.
Refieren como ejemplo de lealtad democrática, el rechazo claridoso del Rey Juan Carlos de España al golpe intentado por el Coronel Tejero a inicios de 1981, cuando tomó por asalto el Congreso de las y los Diputados en Madrid. La democracia española sigue de pie al día de hoy.
Presentan también la otra cara de la moneda. Señalan que las y los políticos semi leales a la democracia contribuyen decidida pero secretamente al colapso democrático enarbolando estandartes de gobernabilidad necesaria. Es decir, dicen los autores, parecen leales, se comportan como si fueran leales pero en realidad, por acción o por omisión, por conveniencia, por “sobrevivir”, son agentes del deterioro e inclusive de la retrotracción democrática.
Refieren como paradigma de la semi lealtad, las actitudes políticas de quienes en Francia en febrero de 1934 le restaron importancia y reaccionaron con tolerancia, franca benevolencia o hasta reconocimiento al ataque al parlamento por una turba violenta de manifestantes radicales. Para 1940 la democracia francesa había sucumbido.
El libro entero es una revelación. Levistsky y Ziblatt avisan que su principal tarea es saber cómo llegaron las cosas al momento actual, pero que la cuestión más urgente es otra: cómo salir de esa coyuntura. Y cierran con una advertencia ominosa, por polivalente: “Las instituciones no salvarán nuestra democracia; tendremos que hacerlo nosotros mismos”.
@ElConsultor2