Basada en un hecho real, Corazón borrado es el segudo filme de Joel Edgerton, en el que aborda la preocupación de unos padres por su hijo, quien decide asumir abiertamente su homosexualidad.
Ernesto Diezmartínez
El actor, guionista y ocasional cineasta Joel Edgerton tiene muy claro el discurso argumental de su segundo largometraje como director, basado en las memorias escritas por Garrard Conley (Boy Erased: A Memoir of Identity, Faith and Family, 2017), quien después de salir del clóset, fue enviado por sus muy píos padres conservadores a una clínica de conversión gay llamada “Amor en acción”.
Me refiero a Corazón borrado (Boy Erased, EU, 2018), la segunda cinta producida en Hollywood sobre el mismo tema el año pasado, después de la más ligera —y más premiada— The Miseducation of Cameron Post (Akhavan, 2018), obra todavía inédita en México y centrada en la reconversión gay de una jovencita lesbiana (Chloë Grace Moretz).
Es curioso cómo las dos películas comparten elementos argumentales: el retrato de las siniestras —y a la vez, risibles— instituciones que prometen a los padres de familia que sus hijos e hijas volverán a ser “normales” siempre y cuando sigan la voluntad de Dios (“¡Él no los ama así!”), la inicialmente tímida pero después decidida solidaridad entre los jovencitos internados, la inevitable tragedia que sabemos que sucederá en cualquier momento. Además, las dos cintas comparten el mismo “mensaje”, como dirían las abuelitas: esas (dizque) terapias de conversión homosexual —que increíblemente siguen siendo legales en 36 estados del país vecino— son moral y éticamente detestables. Incluso, ante los testimonios de abusos sufridos y los suicidios provocados, bien podríamos decir que se trata de una actividad criminal que debería ser prohibida.
En lo personal, no podría estar más de acuerdo: el discurso es contundente y la militancia de los cineastas —de la directora Desiree Arkhavan, en el caso de The Miseducation of Cameron Post y de Joel Edgerton, el realizador de Corazón borrado— es más que clara: los dos están del lado correcto de la historia. El asunto es ver si, más allá de lo plausible de su posición ideológica, las películas logran extrapolar su discurso a otros territorios dramáticos menos obvios. En este aspecto, creo que Corazón borrado —que se estrena hoy viernes— tiene cierta ventaja sobre la cinta de Arkhavan, porque el guion, escrito por el propio director, trata de explorar la posición contraria, la de los padres de familia que buscan conciliar sus firmes creencias religiosas con el amor que le siguen profesando a su “descarriado” hijo homosexual.
En este sentido, tanto Nicole Kidman como Russell Crowe, quienes interpretan a los padres de Jared (notable Lucas Hedges, en su segundo papel como conflictuado jovencito gay después de Lady Bird/Gerwig/2017), logran dotar de una genuina humanidad a sus respectivos personajes, que distan mucho de ser unos monstruos caricaturescos. Ella es la cariñosa madre de familia, obediente y callada, que empieza a crecer moralmente al lado de su hijo, y él es el inapelable jefe del hogar, duro y de una sola pieza que, contra todo pronóstico, puede ser capaz de redimirse ante un desafiante Jared fuera del clóset.
Los dardos más obvios de Edgerton están dirigidos a los que manejan el dizque centro terapéutico Amor en acción, a saber, su director Victor Sykes (el propio Edgerton, muy en su papel), su muy estricto y afeminado asistente Michael (David Joseph Craig) o el sádico vigilante Brandon (nada menos que Flea, el bajista fundador de Red Hot Chilli Peppers), quien tiene como objetivo enseñarles a los “desviados” cuál es la manera más viril de caminar, pararse o mirar.
Como suele suceder con los actores convertidos en cineastas, Edgerton tiene su fuerte en la dirección de sus actores, y en una cuidadosa preparación para permitir su lucimiento, en especial de su protagonista, Lucas Hedges. Su Jared es un muchacho confundido, entre el miedo y la pasividad, que nunca toma decisiones porque otros lo han hecho antes por él, sea en algún fallido escarceo heterosexual, en su primer y traumático encuentro homosexual en la universidad, o en su obligada aceptación a “ser curado” por los timadores de Amor en acción.
Por lo mismo, porque Hedges ha sabido encarnar convincentemente, siempre en silencio, los conflictos internos de sus personajes —lo hizo antes en Manchester junto al mar/Lonergan/2016 y en la ya mencionada Lady Bird—, cuando tiene, hacia el final, su inesperada escena climática y se rebela ante el sinsentido que le rodea, la fuerza de la cinta es mucho mayor. La explosión de Jared, el personaje —que es la de Hedges, el actor—, es de tal magnitud que logra diluir nuestros reparos ante el filme: por su obvia progresión dramática, por cierta previsible vuelta de tuerca y hasta por el desperdicio de la presencia del director francocanadiense Xavier Dolan, quien encarna a uno de los internos de Amor en acción y que, para evitar malos pensamientos carnales, ha decidido no saludar de mano a nadie. He ahí una interesante subtrama que, sospecho, se perdió en el proceso de edición.
¿De qué filme estamos hablando?
Corazón borrado (Boy erased)
Año: 2018
Género: Drama
Duración: 1:55 minutos
País: Estados Unidos.
Director: Joel Edgert
Reparto: Lucas Hedges, Nicole Kidman, Russel Crowe, Joel Edgerton, Troye Siva