“ A salvo a salvo, late con orgullo el corazón de esta casa”
Dicen por ahí que el tiempo lo cura todo, ¿Será? ¿Será que el tiempo y la vida misma con el desgaste de lo cotidiano hacen que lo que duele, duela menos? Pero ¿y sino es así? Aquella frase del tiempo la hemos escuchado infinidad de veces, siempre en momentos de dolor y tristeza, como una especie de bálsamo que pretende curar a futuro, y la cual en muchas ocasiones no ponemos en duda, no porque no podamos, sino porque no queremos.
Una noche, una familia pequeña se dispone a disfrutar de los alimentos; la madre y sus hijos ríen y comen, cuando de repente las luces de la casa comienzan a parpadear sin motivo aparente e inmediatamente después los cajones de la alacena se abren y cierran violentamente dejando caer la vajilla completa. La familia grita y llora, se abrazan los unos a los otros. Al día siguiente estos se mudan a otra casa.
El fantasma que asusto a la familia en realidad no quería asustar a nadie, estaba molesto, estaba triste, porque el mundo ha seguido sin él, porque él esta a un paso de ser olvidado, y el olvido es la segunda muerte. La vida tal y como él la conocía terminó de golpe, y ni siquiera fue su culpa, fue un accidente en donde “C” (Casey Aflleck), perdió la vida dejando sola a “M” (Rooney Mara) su joven esposa.
Después de la familia que huyó, vendrán otras, y otras más, vendrán fiestas y reuniones en donde fue su hogar, vendrán momentos, derrumbes, y nuevas construcciones. “C” se ha marchado, el recuerdo de su esposo es tan fuerte y tan duro que para ella es mejor huir, realmente no hay algo que la ate a ese hogar, lo cual es totalmente distinto a lo que “vive” nuestro fantasma protagonista, al cual le es imposible moverse a otro espacio.
Es imposible ignorar la pasión con la que trabaja el director David Lowery que dirige este tristísimo drama de miedo, ¡si! el filme da miedo, pero no por las manifestaciones terroríficas que puedan ocurrir (no las hay), sino por la manera de plasmar en la pantalla el planteamiento del olvido, del duelo y del dolor por no vivir el desgaste de lo cotidiano, el mantener fresco un sentimiento que aunque se quiera, resulta imposible de diluir, como si lo hace la cotidianidad del día a día.
El filme no es para todo público, invita a la introspección, se toma su tiempo. En su hora y media de duración analiza lo efímero que pueda llegar a ser nuestra existencia sobre la tierra.
Podemos encontrarla en el catálogo de Netflix y no tiene desperdicio.