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Bouvard y Pécuchet en cuarentena

Bouvard y Pécuchet en cuarentena

Columnas miércoles 22 de abril de 2020 -

Estos días de encierro me recuerdan a la incesante tarea bibliográfica de Bouvard y Pécuchet, lo entrañables imbéciles de la obra inacabada de Flaubert que, hastiados del mundo en el que vivían, deciden aislarse en Chavignoles para entregarse a la insensata necedad de aprender los conocimientos de la biblioteca universal.

Estos dos peleles, siempre optimistas a pesar de sus hilarantes fracasos, buscan generar una idea armoniosa del conocimiento humano y aplicarlo a su cotidianidad de forma dogmática. Aunque pretenden fatigar las bibliotecas, un conocimiento siempre los lleva a otro que se contradice con el anterior o que implica el aprendizaje de toda una nueva serie de disciplinas para su comprensión. El conocimiento se les muestra entonces como una red interminable y enmarañada parecida al Internet. Así Bouvard y Pécuchet intentan aprender sobre jardinería, agricultura, política, economía, filosofía, historia, literatura y dramaturgia, entre muchas otras cosas, para finalmente aceptar que solo les queda copiar los tomos de las bibliotecas letra por letra si quieren intentar aprehender algo del mundo que ya han dejado atrás.

Hay momentos en los que la tentativa por aprovechar el tiempo del encierro con las innumerables ofertas educativas de la web (las bibliotecas liberadas, los cursos exprés, las visitas virtuales a los museos, las bases de datos de libre acceso y los tutoriales en línea) me parece solo la ingenua odisea de los personajes de Flaubert. Es un intento por capturar algo del mundo que hemos dejado temporalmente atrás.

Con pantomimas de productividad buscamos aprender cualquier cosa que podamos aplicar al nuevo cosmos de nuestras habitaciones, o que pueda recordarnos en los momentos de angustia que sí hay algo más allá de los cubrebocas; sin embargo, estas aspiraciones vienen siempre cargadas de una doble dosis de fracaso: por un lado –como nos los mostraron Bouvard y Pécuchet–, los libros no son un simple manual para la vida y el mundo no responde a unos cuantos tomos de nuestra biblioteca privada; por otro, estudiamos con miedo a que aquello que aprendemos en cuarentena desaparezca o no tenga sentido cuando la crisis termine.

Ahora que los días se nos presentan más inexplicables y contradictorios que antes; tal vez solo nos queda copiar y copiar para guardar algo del mundo al que le hemos tenido que cerrar la puerta. El eterno dilema entre la biblioteca y la vida ha sido zanjado temporalmente.


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