"Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres" Rosa Luxemburgo
Escribo desde el privilegio de un escritorio de la administración pública, aclaro, fuera del horario laboral, visto con falda y tacones. Digo privilegio, porque siendo originaria de una comunidad del Estado de Hidalgo, donde el promedio de escolaridad es la Telesecundaria, las mujeres se casan a temprana edad, el proyecto de los hombres es buscar el sueño americano y, sin temor a equivocarme me sobran dedos de las manos de quienes hemos tenido la fortuna de terminar una carrera universitaria, por supuesto que es un privilegio.
Pongo el contexto de mi vestimenta, porque en la cultura machista en la que he crecido, cinco años atrás asistir a la oficina con una falda arriba de la rodilla ¡ni pensarlo!, entre el qué dirán, estereotipos y códigos de vestimenta de manera inconsciente frenaba la liberación femenina, esa por la que tanto han luchado muchas mujeres.
Hace unos días, conmemoramos el 8 de marzo Día Internacional de la Mujer, el debate que se genera en pro y en contra de las protestas, el ya chole, qué más quieren, feminazis, locas, etc., me orilló a escribir estas líneas con el fin de concientizar a quienes tienen una postura en contra de la lucha feminista y entender que nuestra condición no es la misma al resto de la sociedad, cada persona tiene una historia y lucha propia, donde la empatía es fundamental en una sociedad tan polarizada.
Es verdad que los tiempos han cambiado y que las mujeres tenemos derechos que antes no poseíamos, y aquí quiero detenerme porque estoy segura que una gran mayoría no cobra conciencia que: si hoy podemos aspirar a la misma educación que un hermano, decidir sobre nuestra vida sexual, practicar deportes o hacer trabajos tradicionalmente para hombres, vestir con falda o pantalón, azul o rosa, si podemos votar en las elecciones o aspirar a un cargo público, si somos económicamente independientes y podemos denunciar un abuso, es gracias a la lucha feminista.
Sin duda hemos ganado derechos, pero nos falta garantizarlos. Hoy a pesar de estar penada la violencia de género y los feminicidios, el número de denuncias se ha disparado. Sin embargo, la gran mayoría queda en la impunidad. Hoy cuando en teoría tenemos los mismos derechos que los hombres, las mujeres seguimos sufriendo desigualdad salarial, somos quienes más desertamos de las aulas y quienes más sufrimos discriminación por el simple hecho de ser mujer. Hoy a pesar de estar garantizada la paridad de género en la Constitución, existe una resistencia para que las mujeres lleguen a los cargos; no asignan más espacios de los que marca la ley y quienes llegan están excluidas de las verdaderas tomas de decisiones.
Lo anterior, no lo digo al aire, le podemos poner nombre: Paola Ramírez, a quien le prohibieron la entrada a su escuela por utilizar uniforme de niño; Norma Lucia Piña, quien desde que asumió la presidencia de la Corte ha sufrido violencia política; Paulina, Mariana, Yoselin, Sandra, Gabriela y Rosa María, mujeres desaparecidas y encontradas calcinadas. El caso de cada una de ellas duele e indigna, de ahí la justificación de protestar lo que haya de protestar hasta que “el ni una más sea una hermosa verdad y no una simple consigna”.
Termino esta carta en un rincón de cielo de Guanajuato, la paz que se transmite es indescriptible, la reflexión de dónde estamos y hacia dónde vamos se hace presente para alcanzar el ideal de libertad e igualdad de Rosa Luxemburg, pero siempre convencida de que es una lucha en la que debemos participar todas y todos empezando desde casa.
Viviana Islas Mendoza Colaboradora de Integridad Ciudadana, Consejera Local del INE Estado de México, Politóloga por la UAM, con estudios en Políticas Públicas, Derecho Parlamentario, Procesos Electorales, Transparencia y Violencia Política contra las Mujeres @VivianaIslasM @Integridad_AC