Columnas
Siempre he dicho —y seguiré diciendo— que mi ciudad favorita en el mundo es la Ciudad de México. No solo porque vivo en ella, sino porque, de verdad, lo tiene todo y para todos. Entre sus muchas maravillas, más allá de la infinita oferta gastronómica que reúne sabores de todos los rincones del país y del mundo, la CDMX también cosecha. Y cosecha bien.
Aunque muchos piensan que en una urbe tan grande no hay espacio para sembrar, basta mirar hacia nuestros orígenes —la gran Tenochtitlán y sus alrededores— para encontrar lugares mágicos, llenos de paz, conexión con la tierra y una profunda armonía con la naturaleza.
Así llegamos a Xochimilco. Ese lago milenario que resguarda el 11% de la biodiversidad nacional y el 2% de la biodiversidad mundial. Declarado Patrimonio Agrícola Mundial por la FAO, es también hogar de uno de nuestros tesoros endémicos más emblemáticos: el ajolote.
Y no, no me refiero al Xochimilco de las trajineras universitarias, la música estridente y la fiesta sin fin. Hablo del otro Xochimilco. El de los canales tranquilos, los sonidos de aves multicolores y las chinampas fértiles que nos regalan sabores nacidos del trabajo amoroso de quienes cultivan la tierra con sabiduría ancestral.
De este espíritu nace “Hecho en Xochimilco”, un proyecto de turismo consciente y responsable impulsado por emprendedores mexicanos desde 2021. Ofrecen experiencias recreativas, educativas y sensoriales en las icónicas chinampas: islas artificiales de origen prehispánico que han hecho de Xochimilco un Patrimonio Cultural de la Humanidad según la UNESCO.
Además de estas vivencias, son productores de hortalizas agroecológicas de alta calidad, cultivadas sin agroquímicos, y avaladas con el distintivo Etiqueta Chinampera, otorgado por la UNAM. Usan técnicas agrícolas con más de 900 años de historia, compostan residuos, captan agua de lluvia, filtran agua de manera biológica y utilizan baños ecológicos.
Y lo mejor: puedes ser parte de todo esto. Puedes sembrar, cosechar y llevarte a casa productos frescos y llenos de historia, cultivados con respeto por la tierra y por quienes la trabajan.
Así que, queridos amantes del buen comer, dense la oportunidad de conocer este proyecto que mezcla sabor, tradición y conciencia ambiental. Les prometo que cada bocado será un viaje a lo más profundo de nuestras raíces.
En mis redes sociales, donde me encuentran como Amante del Buen Comer, pueden ver imágenes de esta maravillosa experiencia.
¡Buen provecho!
Amante del Buen Comer