La economía de China se encuentra en crisis; no se trata de una noticia cualquiera porque hablamos de la segunda potencia global. Literalmente, hablamos de que un gigante está herido, con todas sus implicaciones.
Algunas cifras recientes hacen albergar la esperanza de que la crisis de China haya tocado fondo, según algunas lecturas; sin embargo, otras más indican que en realidad se trata solamente de señales mixtas, y peor aún, dicen que los problemas de este gigante son estructurales más que cíclicos, es decir, se trata de una crisis más profunda y de largo plazo.
Señales mixtas
Los indicadores de producción y manufactura sugieren que aunque la economía china siguió perdiendo fuerza en agosto, los componentes subyacentes apuntan a cierta evolución positiva.
Pero, la desaceleración económica es más estructural que cíclica. Por ejemplo, el proceso de corrección del sector inmobiliario y los problemas de deuda de los gobiernos locales no serán factores que se arreglarán de la noche a la mañana.
Para quienes consideran que los problemas de este país son más estructurales que cíclicos, hay varios factores que lo justifican.
En relación con los recientes estímulos anunciados por Pekín, como las mayores emisiones de los gobiernos locales para infraestructuras y el posible recorte de los tipos hipotecarios, los analistas reconocen que el apoyo político ayudará a estabilizar el crecimiento y podría facilitar un repunte en los próximos trimestres.
No obstante estas medidas específicas no cambian las reglas del juego, es improbable que la confianza del mercado cambie hasta que haya señales claras de que el mercado inmobiliario se estabiliza y las perspectivas económicas mejoren.
Así, la actual ralentización económica se debe en gran medida a problemas estructurales y no simplemente a una desaceleración cíclica, factores como la falta de confianza del sector privado tardará algún tiempo en recuperarse.
Quienes así piensan, también añaden que el proceso correctivo para desinflar la burbuja inmobiliaria y desactivar los problemas de deuda de los gobiernos locales llevará tiempo.
De igual manera, la transición de los motores de crecimiento del sector inmobiliario hacia sectores y servicios estratégicos innovadores también llevará tiempo.
En este contexto, los problemas internos ya son lo bastante complejos, a los que se añaden los retos externos, entre ellos la geopolítica, que complica más el panorama.
Si bien es cierto que de acuerdo con las cifras recientes la economía del país parece haber evitado una nueva ralentización, es necesario más apoyo político para impulsar un cambio de tendencia. Pero, para mala suerte del gigante asiático, parece que los vientos externos en contra persistirán durante algún tiempo más, además de que los problemas del sector inmobiliario se mantendrán como un lastre para la confianza de los compradores de viviendas y las empresas.
Por su parte, el apoyo actual de la política fiscal también podría resultar efímero ya que se ha pedido a los gobiernos locales que gasten todos los ingresos de los bonos especiales antes de finales de octubre, periodo tras lo cual la inversión en infraestructuras retrocederá a menos que se proporcione más apoyo fiscal.
Y por si todo lo anterior fuera poco, la debilidad de la demanda sigue frenando la recuperación. Es cierto que las políticas de apoyo están surtiendo efecto, pero sin un apoyo más firme, particularmente una solución coordinada y definitiva para el sector inmobiliario, el riesgo sobre el crecimiento se mantendrá, junto con una situación similar para el sector financiero.
China, el gigante asiático está herido y no es poco cosa, la segunda mayor economía del planeta ha perdido la brújula económica y conforme más tiempo se tarde en encontrarla más riesgos entraña para la economía global. Lo peor es que, al parecer, sus problemas actuales son estructurales más que coyunturales, algo que tarda mucho más tiempo en corregirse, y con más riesgos de por medio.