La semana pasada, la política interna de Morena dio un giro inesperado. Varios diputados federales de la 4T manifestaron su inconformidad contra la secretaria del Bienestar, Ariadna Montiel Reyes, reclamando su falta de transparencia, trato déspota y presunto uso faccioso de los programas sociales. La respuesta de la presidenta Claudia Sheinbaum, dándole un respaldo total, fue inmediata, pero, precipitada.
Ariadna tiene méritos indiscutibles. Ha sido una funcionaria eficaz, leal al proyecto transformador, y durante la tragedia de Acapulco demostró una capacidad operativa que no se ve todos los días. Su trabajo ha consolidado programas sociales esenciales para millones de mexicanos. Sin embargo, también es un hecho que Ariadna Montiel no es solo funcionaria, sino también referente político.
Desde su plataforma Amor por la ciudad y Amor por Chihuahua —donde A es de Ariadna, MO de Montiel y R de Reyes—, Montiel Reyes ha construido una estructura con presencia en CDMX y Chihuahua, y con tentáculos en otras regiones. Esa estructura, con natural instinto político, la aprovecha para fortalecer su propio equipo.
El reclamo de los legisladores no surgió de una conspiración ni de una traición. Varios, como la oaxaqueña Irma Juan Carlos y la veracruzana Jessica Ramírez, alzaron la voz cumpliendo con su deber constitucional. El Artículo 74, fracción VI de la Constitución les otorga la responsabilidad de supervisar la correcta aplicación del Presupuesto de Egresos, y el Artículo 93 les faculta para llamar a rendir cuentas a los servidores públicos. Ni más, ni menos.
No se trata de regresar a prácticas clientelares priistas, sino de ser perceptivos y recibir las gestiones que de manera natural llegan a las y los legisladores en todo el país. Y también se vale decir que no, pero hay que saber hacerlo. El coordinador Ricardo Monreal trató de contener la rebelión mediante diálogo, evitando que escalara a mayores. Pero al final, la postura presidencial zanjó el conflicto, ¿a qué precio?
En este contexto, la respuesta de la presidenta Sheinbaum —calificando a Montiel como "una mujer extraordinaria" y dando un espaldarazo cerrado— envió un mensaje equivocado. Defender a su secretaria era legítimo, pero hacerlo sin matices y además lanzarse contra los legisladores, los debilitó y alimentó la percepción de que en Morena no hay espacio para la crítica interna. Algo riesgoso para un movimiento que nació, precisamente, para romper con esas prácticas.
La presidenta tiene ante sí una responsabilidad histórica, debe cuidar la investidura presidencial: mostrarse justa, receptiva, capaz de arbitrar entre intereses sin perder el pulso del poder. No puede olvidar que la Cuarta Transformación también se construye escuchando las voces incómodas, las advertencias sinceras y las críticas bien intencionadas.
En el fondo, lo que se exigía de Ariadna Montiel no era su caída, sino su apertura: escuchar y atender las solicitudes, sin intermediarios, sin clientelismo, pero aceptando el papel de representantes populares de quienes así fueron electos. Que la operación del Bienestar no quede atrapada entre lealtades locales o afectos de grupo.
La presidenta Claudia Sheinbaum tiene un respaldo popular abrumador y una autoridad moral incuestionable. Pero la lección que dejó este episodio es clara: cuidar la investidura es cuidar el proyecto.
ENTRE GITANOS
LEGISLAR RECUPERACIÓN DE PREDIOS INVADIDOS
El Congreso de la CDMX tiene mucho por hacer en materia de predios invadidos. Urge una reforma que permita a la Fiscalía General de Justicia de la CDMX, intervenir de manera exprés, incluso desde una fiscalía especializada en recuperación de predios invadidos. En el Edomex, un diputado morenista ya dio el primer paso, proponiendo endurecer las penas y reducir a 48 horas el tiempo límite para que se recuperen estos predios y se procese a los invasores. Las bandas dedicadas a esto, son un gran pendiente para la jefa de Gobierno, Clara Brugada y la gobernadora, Delfina Gómez. Es tiempo de actuar.
*Especialista en Ciencia Política y Gobierno.
avilezraul@hotmail.com