Columnas
Resolver los grandes problemas regionales y nacionales en nuestro país están fuera de nuestras manos para millones de nosotros; sin embargo, participar activamente en los problemas de nuestros entornos cercanos puede generar grandes cambios. Veamos.
Cualquier persona, por más ermitaña que sea, requiere de bienes y servicios proveídos por alguien más. Para que la luz, el agua, el gas o los alimentos lleguen a nuestras casas, se requiere el trabajo, logística e infraestructura de miles de personas. Pero volviendo a lo que sí podemos hacer, ¿sabemos por ejemplo quiénes son las personas responsables de proveernos los servicios públicos básicos como luz, agua potable, seguridad pública o saneamiento?
En México, las autoridades municipales son las responsables de los servicios públicos más próximos a la población; y son, estructuralmente, los gobiernos más vulnerables, en lo económico y político, pero no en lo social, porque ellos conocen los problemas cotidianos. Entonces, ¿por qué no pensamos en un cambio estructural en cómo nos relacionamos con nuestras autoridades más próximas? Un gran tema es cómo gestionan y administran el dinero de todos.
En el pasado, entiéndase todo el siglo XIX y al menos la mitad del siglo XX, los gobiernos municipales prácticamente no recibían recurso alguno de los gobiernos locales o nacional. Por ello ser presidenta o presidente municipal era un cargo honorífico, como lo es hoy ser mayordoma o mayordomo de las festividades religiosas. Se hacía lo que se podía con lo que se tenía (algunas o nulas relaciones con autoridades federales), para poder electrificar un poblado, proveerle de saneamiento o construir una escuela. En ese andar, el país se electrificó, se construyeron escuelas, caminos y clínicas de salud en todos los rincones. La planeación desde la Ciudad de México aceleraba o retrasaba el desarrollo de regiones, de acuerdo a la influencia de sus líderes locales o regionales en la capital.
Fue en el último tercio del siglo pasado y todo lo que va del actual que los gobiernos municipales empezaron a recibir recursos públicos del gobierno federal, para proveer los servicios básicos: unos recursos ya tienen un destino específico (por ejemplo, obras) y otros pueden gastarlos libremente. En ambos casos, existen entes fiscalizadores que revisan cómo gastan el dinero (auditorías locales o federal); e informan a autoridades administrativas las irregularidades para que se profundicen las investigaciones y se sancione a los responsables. ¿Esto funciona? ¡Claro que sí! Si no, pregúntenle al candidato #fosfofosfo que regresó a NL a tapar sus desfalcos al erario público. Ahora imagínense si nos involucráramos más en las obras públicas y más personas revisáramos con lupa cómo se gasta el dinero de todos, el público. Usemos esta página: https://www.transparenciapresupuestaria.gob.mx/.
Y no olvidemos: si la información pública de una obra se esconde, hay gato encerrado y alguien se está haciendo rico a nuestras costillas. Participemos activamente desde lo local para cuidar nuestro dinero público.