La pasada Navidad, el arzobispo de Cracovia, Marek Jedraszewski, dio una entrevista a la televisión polaca, en la que afirmó, conforme a la verdad católica, que el orden divino estaba siendo amenazado por nuevos movimientos como el “ecologismo”, que busca “imponerse como una doctrina vinculante”. Y continuó diciendo: “Estamos viendo un regreso a Engels y sus afirmaciones de que el matrimonio es solo otra manifestación de opresión; que, en nombre de la igualdad, debemos romper con toda la tradición cristiana”.
En referencia a la adolescente Greta Thunberg, que a todas luces es una chica trastornada, que de forma inmoral viene siendo utilizada y manipulada por quienes atrás del ecologismo esconden inconfesables intereses ideológicos y económicos, se expresó acertadamente diciendo: “No es solo una figura adolescente, sino algo que se impone y que convierte a esta activista en el oráculo de todas las fuerzas políticas y sociales. Nuestra cultura está siendo cuestionada y todo el orden mundial revertido, comenzando con la existencia de Dios creador y el papel y la dignidad de cada ser humano”, afirmó el arzobispo.
Las respuestas llenas de odio e insultos no se hicieron esperar, el vicealcalde de Varsovia, Pawel Rabiej, se dirigió al arzobispo, en un mensaje de Twitter, donde dijo: “...puedo decir una cosa. No hay peor peste en el mundo civilizado hoy que aquellos que cuestionan la necesidad de cuidar nuestro planeta y su protección, Jędraszewski, vete al infierno, ahí está tu lugar”.
A nadie debe sorprender esta respuesta típica de los ecologistas que aman el medio ambiente y los animales, pero sienten un odio diabólico por los seres humanos, máxime si éstos no comulgan con sus irracionales y anticristianos puntos de vista.
En una homilía tras la polémica, el arzobispo afirmó que la fraternidad humana encuentra “su fundamento en Dios”, y añadió que aquellos que desean la paz deberían “buscar la verdad y rechazar todas las ideologías mentirosas. La cuestión es mirar la vida humana teniendo en cuenta la generosidad del Creador, quien nos dio la tierra y nos llama a la experiencia gozosa de compartir, con la responsabilidad y el amor con el que él creó el mundo”.
Nadie hoy en su sano juicio puede despreciar y omitir el cuidado del planeta, que viene siendo deteriorado por la ambición y el consumo desmedido. Dios en su infinita bondad nos ha dado la tierra y el dominio sobre ella, privilegio que lleva consigo la obligación de cuidarla y preservarla para las futuras generaciones, un cristiano consciente sabe que tiene una grave responsabilidad en su preservación, pero de ahí a hacer de la ecología una nueva religión, con oráculos apocalípticos como el calentamiento global, sin un sustento científico serio, y la perversa mentalidad de ver a todo ser humano como un intruso depredador, incluso menos digno de habitar el planeta que los animales, es una subversión del orden creado y querido por Dios, donde una sola alma vale más que el planeta entero y su desvirtuada ecología.